jueves, 23 de febrero de 2012

Minería a cielo abierto: el capital en la relación hombre-naturaleza

“La naturaleza es un punto de partida para el capital, pero no suele ser un punto de regreso. La naturaleza es un grifo económico y también un sumidero, pero un grifo que puede secarse y un sumidero que puede taparse (...) El grifo es casi siempre propiedad privada; el sumidero suele ser propiedad común”
James O’ Connor

“Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”.
                                                                                    Karl Marx


Uno de los temas de mayor discusión en los últimos días ha sido el tema de la minería a cielo abierto sobre el cordón cordillerano. Más específicamente, los mega emprendimientos mineros de Catamarca, La Rioja y San Juan (las principales regiones de explotación minera), sumado a Mendoza, Rio Negro, Chubut, Santa Cruz y Jujuy que son lugares en donde también se están extrayendo minerales o se han presentado proyectos que, por un motivo u otro, se encuentran momentáneamente detenidos.

Haciendo un poco de historia, podemos pensar que este tema de la minería a nivel latinoamericano no es algo nuevo. Desde la colonización de nuestras tierras, las distintas potencias europeas han saqueado los recursos mineros locales con mano de obra esclava. Lo que sí es novedoso del debate sobre la minería es que ahora se hace de otro modo: se utiliza la minería superficial o “a cielo abierto” en lugar de la minería subterránea o por excavación. Otro punto del debate actual es la utilización de cianuro y otros compuestos químicos sumamente tóxicos. El último ítem que engloba el aclamado debate es el de la visión de pobre país bananero que apoya la minería a cielo abierto porque “genera empleo”.

En argentina, la explotación minera con este tipo de técnicas a cielo abierto comenzó en el decenio de 1990, a cargo de empresas extranjeras. Actualmente se halla en constante expansión y mueve grandes sumas de dinero, de las cuales el estado argentino sólo recibe el 3% de lo que las empresas mineras manifiestan en sus declaraciones juradas.
La legislación que permite que la minería a cielo abierto funcione así está compuesta por: la Ley de Inversiones Mineras, el Código de Minería, el Acuerdo Federal Minero y la Ley de Protección Ambiental. Dichas leyes fueron creadas expresamente para fomentar y garantizar las inversiones de varias multinacionales que operan hasta nuestros días.
La minería a cielo abierto es una actividad de alto impacto ambiental, social y cultural. Es una actividad industrial efímera, insostenible en el tiempo, debido a que explota un recurso prontamente agotable, que no genera ningún valor agregado.
Técnicamente, la minería a cielo abierto remueve la capa superficial de la tierra para extraer, gracias a modernas maquinarias, los minerales que se buscan. En criollo, se trata de agarrar una montaña, llenarla con mil toneladas de dinamita y volarla por los aires sin ningún reparo, dejando un agujero inmenso donde antes había una armoniosa montaña de millones de años. Los cráteres son gigantescos, pudiendo llegar a tener más de 150 hectáreas de extensión y 500 metros de profundidad. Hoy en día es posible remover montañas enteras en cuestión de horas, convirtiendo en una actividad rentable la extracción de un gramo de oro por tonelada de material removido. Asimismo, la minería a cielo abierto usa grandes cantidades de cianuro (entre otros tóxicos) que permite separar la paja del trigo, es decir, aislar el poco oro que hay entre tanto material desechable removido por la explosión.
Mina Veladero, San Juan. Explotada por la Barrick Gold
Este tipo de técnicas generan, indudablemente, una serie de cuestiones de grave impacto ambiental, entre ellas podemos destacar: la modificación severa del terreno que conlleva hacer un agujero de 150 hectáreas en la tierra; la destrucción de áreas cultivadas y de otros patrimonios superficiales; la alteración de los cursos de aguas; la contaminación auditiva por las explosiones y la excavaciones; la contaminación del aire con impurezas sólidas que afectan a la población, la flora y la fauna local; la contaminación del suelo con sustancias altamente peligrosas como el cianuro, el mercurio y el dióxido de azufre; la contaminación por acidificación de las aguas superficiales de los ríos, de las aguas subterráneas y del agua de lluvia por las partículas tóxicas volátiles; el resecamiento de los suelos y la posible formación de pantanos; la modificación climática y, finalmente, la apariencia devastada y triste de ver un gran hoyo en lugar de un cordón montañoso, con todo el potencial turístico que esto atrofia.
Como se mencionó, la minería a cielo abierto se hace por lixiviación con cianuro y la toxicidad de éste es popularmente conocida aunque nunca viene mal refrescar lo nociva que es esta sustancia. El cianuro es sumamente tóxico para plantas y animales, afectando su desarrollo y capacidad reproductiva. En el caso de los humanos, las dosis letales, en caso de ser ingeridas, son de 1 a 3 mg/kg de peso corporal y, en caso de ser aspirados, entre 100 y 300 mg/kg. Lo que equivale a decir que menos de un grano de arroz de cianuro es letal para el ser humano. Otro dato para nada menor es que este tipo de minería utiliza cantidades asombrosas de agua: se estima que, por ejemplo, el Veladero en San Juan utiliza más de 500 litros de agua por segundo (!)
En resumen, los problemas son infinitos y las imágenes dan escalofríos a cualquier persona un poco sensible o con dos dedos de frente.
Esta es una de las caras del debate y de la resistencia popular contra la mega minería. Es decir, se cuestiona que se usen mecanismos tan contaminantes para separar el oro de los otros materiales desechables. La otra cara del debate es quién se está llevando la riqueza y es aquí donde aparecen siniestras multinacionales como Bajo La Alumbrera, Barrick Gold o FMC Lithium Corp[1]., amparados por los progres K que las defienden a ultranza sosteniendo que “generan empleo” y “dan riqueza” a la provincia.
En rigor, las leyes mineras, impulsadas bajo el gobierno de Menem y continuadas por el gobierno Nac & Pop, son muy flexibles y dan todas las facilidades para que algún magnate se lleve todo el oro, cobre, litio o lo que sea y solo tenga que darle al estado argentino el 3% de sus regalías declaradas “de buena fe”. Un negocio redondo en un país de cerebros del tamaño de un maní que piensa que el debate pasa por el empleo que genera. No quiero extenderme demasiado en este punto porque me parece como discutir si hay que sostener los prostíbulos porque dan trabajo o apoyar a los talleres clandestinos porque dan casa, trabajo y comida a miles de bolivianos indocumentados, que buenos ellos! Un planteo patético, cínico y de primate subdesarrollado que solo puede salir de la boca de un defensor fundamentalista K con pocas luces que solo piensa en “profundizar” el modelo a cualquier costo.
Cristina Kirchner con los representantes de Barrick Gold
El gobierno ha manifestado su apoyo a la minería, primero por omisión del tema y con el veto de la ley de glaciares propuesta por Bonasso que limitaba bastante el accionar de las mineras. Luego, manifestó su apoyo expreso a las mineras dialogando con “el obrero Antonio”, que finalmente resultó ser el secretario general del gremio de mineros y el titular del PJ de Olavarría. Como si fuera poco, al gobierno K no le tembló el pulso cuando hubo que reprimir a los habitantes de Andalgalá, Belén y Amaicha del Valle, que repudiaban la presencia de las corporaciones mineras.
Pero para mí el debate pasa por otro lado y espero ser claro en este punto: está muy bien echar a la Barrick a patadas pero la pelea tiene que ir más allá y lo que quiero desarrollar es un punto que no lo leí ni escuché debatir en ninguna parte.
¿Qué pasaría si se dejara de usar cianuro o si se hiciera en un lugar alejado de la población? ¿Qué pasaría si echamos a las mega corporaciones y la explotación minera pasa a depender del gobierno provincial o del gobierno nacional, cuyas riquezas se destinaran a causas nobles, a la construcción de, supongamos, hospitales y escuelas? ¿Qué pasaría si logramos impulsar una resolución 125 que retenga el 35% de las millonarias ganancias que se llevan estas empresas que hoy solo nos dejan el 3%? Sería un poco menos aberrante que la realidad actual, es cierto, pero ¿habremos entendido el problema? ¿O habremos cambiado de mando la irracionalidad de volar por los aires el cordón cordillerano? ¿Es mejor si compartimos, con guiño cómplice, las regalías de la irreparable destrucción de nuestro territorio?
Me parece que lo primordial es comprender en qué nivel de discusión nos mete la lógica del capital, es decir, como puede suceder que nos encontramos debatiendo cosas que son verdaderamente secundarias perdiendo de vista el debate esencial, a saber: la destrucción parcial o total del cordón montañoso más grandioso de nuestra América. La explotación minera en el cordón cordillerano no es un problema exclusivamente argentino. Por el contrario, es un problema latinoamericano que engloba a países como Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Es decir, se está destruyendo la cordillera de los Andes en varios puntos de su larga extensión.
La cordillera de los Andes es una cadena montañosa originada al final de la era Secundaria, a finales del Cretácico tardío, por el movimiento de subducción de la placa de Nazca debajo de la Placa Sudamericana. Es decir, estamos hablando de un cordón montañoso que tiene unos 70 millones de años. Lo maravillosamente perverso del sistema capitalista y su inusitado desarrollo de las fuerzas productivas es que se puede destruir en un par de horas una montaña que se erigió durante millones de años. Y es aquí donde entra el verdadero punto a debatir: ¿Cuál es el límite de destruir una pieza clave de nuestra geomorfología americana en pos de extraer más rápido y a menor costo unos cuantos minerales? De seguir así, ¿cuál va a ser el momento en el que nos demos cuenta que ya destruimos demasiado y que no podemos reconstruir los que los movimientos tectónicos erigieron poco a poco? En este punto lo que se plantea con la minería es comparable a la deforestación del pulmón más grande de América: la selva amazónica.
Pareciera ser que el hombre, enceguecido por el afán de lucro y el desarrollo de nuevas técnicas, pierde de vista a su cuerpo inorgánico que es la naturaleza. Si pensamos un momento, nos daremos cuenta de algo que nos pasa por el costado todos los días pero que no por eso es menos real. Todo lo que tenemos, tuvimos y tendremos, sale de la naturaleza y de la modificación de ésta por parte del hombre. Naturaleza y ser humano son las dos caras de la misma moneda.
La cordillera de los Andes es una pieza clave para Latinoamérica, actuando de biombo climático frente a las corrientes de vientos  y de frontera natural entre Argentina y Chile. Asimismo, el punto más importante es que en las cumbres de la formación andina se encuentran las enormes reservas de agua dulce que son de gran valor estratégico para nuestro país. Éstas reservas de agua son las que se intentaron preservar con la Ley de glaciares que Cristina Kirchner no dudo en vetar, no vaya a ser cosa que los de la Barrick se enojen.
Cabe mencionar la importancia que tuvo la cordillera andina en la formación de la rica biodiversidad de América del Sur, al modificar el sistema de drenaje de la cuenca amazónica dando lugar a la formación de nuevos lagos y cambiando el curso de los ríos, tal como lo demuestra un reciente estudio.
Pero existe una cuestión, tampoco mencionada en ninguna parte, que hace a la explotación minera a cielo abierto una cuestión más aberrante: lo que se extrae mayoritariamente es oro, un bien que es muy preciado en el mundo solo por convención. Esto es, no tiene ningún valor de uso como, por ejemplo, el litio, sobre el cual abría que profundizar el debate planteado. El oro es un bien especulativo, no responde a una necesidad humana, ni a un baluarte del desarrollo, ni siquiera responde a un patrimonio en las arcas de un estado como antes: el dinero ya no se rige por el patrón oro sino que es dinero fiduciario creado artificialmente por los bancos. O sea, volar una montaña solo para extraer oro hoy en día es una locura que, solo estando inmersos en la lógica vampiresca y especulativa del capital, puede parecer normal.
Empezar a reflexionar sobre estas cuestiones es entender que hay que tener una visión a largo plazo como humanidad, es entender que no se puede destruir la fuente de todo lo que creamos, es comprender que la humanidad debe reconciliarse con la naturaleza porque, de no hacerlo a tiempo, el planeta en el cual vivimos se tornará inhabitable y, cuando nos decidamos a recuperarlo, puede ser demasiado tarde.


[1] Es interesante ver que la mayor parte de las compañías mineras que operan en el mundo son canadienses, aunque la minería a cielo abierto está prohibida en Canadá por el daño ambiental que ocasiona. Del mismo modo, las empresas canadienses que operan en el extranjero están muy protegidas legalmente y resulta muy difícil comenzar un proceso judicial en su contra.

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