miércoles, 9 de mayo de 2012

Sindicatos: la compleja articulación entre el capital y el trabajo


 “Es una regla en una sociedad capitalista que cualquier institución o reforma creada para o por la clase obrera puede por eso mismo convertirse en una arma contra ella; y es una regla adicional que la clase dominante ejerce una presión constante para lograr esta finalidad”
Perry Anderson.

El malestar en la CGT y la incertidumbre sobre su futura conducción luego de las elecciones de Julio de este año son noticias de todos los días. Que Moyano ha cortado sus vínculos con el gobierno nacional no es novedad, como tampoco lo es el manifiesto apoyo, desde el estado kirchnerista, al metalúrgico Antonio Caló como futuro conductor de la central obrera.
Sin embargo, hoy han salido a la luz unas declaraciones del líder del sindicato de Luz y Fuerza, Oscar Lescano (devenido en vocero de la oposición sindical) que, como mínimo, merecen una reflexión sobre el sindicalismo en argentina y su burocratización.
Imagino que cuando el lector promedio de la sociedad abre el diario y se encuentra con las declaraciones de Lescano no hace más que focalizarse en lo que dice sin indignarse respecto del hecho mismo de que un dirigente sindical en la Argentina esté tan alejado de la clase obrera como para expresar algo así. En concreto, veamos lo que afirmó:
Por un lado, sostuvo que tuvo una conversación con Julio De Vido en donde éste le manifestó la imposibilidad de que el gobierno nacional expropie el servicio eléctrico. Por otra parte, expresó que “las empresas eléctricas se encuentran actualmente en default por lo que la única solución será aumentar las tarifas o los subsidios para que estas sigan preservando su rentabilidad”.
Es decir, por un lado, es el vocero de las futuras políticas del gobierno, con el que tiene comunicación directa y constante; por otro, es el defensor de los intereses y de la rentabilidad de las grandes empresas contra las que, supuestamente, debería luchar en representación de los trabajadores.
Es cierto, sorprende menos de un hombre como Lescano, quien no tiene reparos ni medias tintas al momento de hablar y al que no le tiembla la voz cuando tiene que decir cosas que, al escucharlas, resultan difíciles de creer. Bastará recordar que, a fines de 2011, el periodista Ricardo Cárpena del diario La Nación le realizó una magistral entrevista en la que el líder sindical expresaba la necesidad de las organizaciones gremiales para contener la protesta social.
Estas cuestiones hacen que merezca la pena analizar un poco el concepto de sindicalismo, su situación en argentina y su potencial futuro como herramienta de transformación social para los trabajadores.

A grandes rasgos, podemos afirmar que un sindicato es una organización que agrupa a cierto número de trabajadores y cuyo fin es el de bregar por los intereses de los mismos frente a la patronal. Es así que un sindicato es el ente que negocia, en nombre de los trabajadores, los salarios y las condiciones de trabajo. En definitiva, los sindicatos surgieron esencialmente como una reacción contra la explotación económica, esto es, como una necesidad de los sectores desposeídos de unirse para enfrentar una realidad impregnada de abusos y humillación. En este sentido, se vislumbra a los sindicatos como componentes de la sociedad capitalista, pero también como oposición y resistencia a la misma.
Su carácter es contradictorio ya que puede ser una herramienta de organización, mejoras y transformación como, igualmente, puede convertirse en el organismo de control y contención de las acciones transformadoras por parte de los trabajadores. Claro está que cuando uno ve el papel actual de los sindicatos o lee declaraciones como las de Lescano queda a las claras que el sindicalismo en Argentina está dedicado a la contención olvidando por completo su potencial transformador.

Es aquí donde aparece el concepto de burocracia sindical, frutos de intensos debates dentro del ámbito académico. En breves, se puede entender por burocracia a un grupo dirigencial oligárquico del movimiento obrero que comienza a tener un estilo de vida cada vez más acomodado olvidando su pasado obrero y velando cada vez más por sus intereses personales en detrimento de los intereses de la masa que ocasionalmente reconoce su mandato por medio de elecciones.

En rasgos generales, quizá haya sido Max Weber el cientista que más ha desarrollado el concepto de burocracia, aunque no solo limitado al contexto sindical. Según Weber, el desarrollo natural de la economía moderna y de la gran industria conlleva a un creciente grado de profesionalización y burocratización de los cargos administrativos. En concordancia, y en relación con los sindicatos, podemos señalar que la visión weberiana asume como un hecho ineludible la conformación de un estamento[1] burocrático dentro de las organizaciones sindicales.

En verdad, Weber sostiene que por más que haga cualquier intento, aquel individuo que esté en una estructura burocrática no podrá salir de ésta. Sin embargo, no cree que la burocratización sea algo nocivo en términos sociales. Por el contrario, la burocratización de la sociedad es, según Weber, producto de la racionalidad y de la evolución social ya que implica una serie de ventajas acordes a la dinámica del capitalismo, a saber: precisión, velocidad, certidumbre, conocimiento de los archivos, continuidad, discreción, subordinación estricta, reducción de desacuerdos y de costos materiales y personales.

A su vez, la burocratización de, por ejemplo, una organización sindical representa una gran cantidad de beneficios para el individuo que actúa como funcionario en la misma, lo que le permite formar parte de este estamento de la sociedad. Claros ejemplos de ésto son: el prestigio que obtiene frente a los gobernados, quienes suelen verlo como un sacrificado; el carácter vitalicio del cargo, el reconocimiento salarial más determinado por el status que por la tarea que realiza y la posesión de un saber técnico que otros carecen y, en muchos casos, admiran. Sin duda, el desconocimiento, las presiones por despidos y la falta de experiencia política de los afiliados son terreno fértil para los excesos de los dirigentes burocráticos quienes, reducidos a la mera negociación salarial y de condiciones de trabajo se especializan cada vez más generando una brecha enorme entre ellos y sus representados.

Es menester destacar que Weber poseía una visión muy individualista, idealista y propia de la clase dominante y que, por ello, no podía ver más allá del capitalismo. Distintas reflexiones han elaborado los teóricos sociales de izquierda que han debatido la cuestión sindical desde fines del siglo XIX a esta parte. Veamos:

Al surgir las uniones sindicales en Europa, los principales teóricos del cambio social vieron a sindicalismo como una acción que atacaba de lleno a los fundamentos de la economía política clásica, al tiempo que engendraba una conciencia de unidad de clase eliminando la competencia entre los obreros, en donde el trabajador se empieza a reconocer como tal, como una clase “para sí” y comienza a vislumbrar a sus pares y a sus enemigos de clase. Es así que, la función inmediata del sindicato se concreta en las exigencias cotidianas, en la resistencia a los abusos del capital, en tanto que, desde una perspectiva más amplia, actúan como centros organizadores, como escuelas de solidaridad, de reconocimiento como clase independiente.

Potencialmente, los sindicatos podían transformarse en organizaciones revolucionarias por la toma del poder político o bien podían articularse como auxiliares del sistema de explotación capitalista actuando en complicidad con éste, utilizando tácticas oportunistas, burocráticas, reformistas y nacionalistas. En este marco, se habla de que la burocracia no representa a los trabajadores y de actúa como “dique de contención” o como “tapón”, impidiendo el libre desarrollo de la defensa de los intereses de clase de los desposeídos. Es así que se propone la “recuperación” de los sindicatos o la eliminación de la casta burocrática como liberación de la clase obrera[2].  

Sin embargo, la realidad demuestra otra cosa y exige preguntarse si esta casta burocrática es ajena a los intereses de los trabajadores o si es su más acabada expresión ya que estos dirigentes están en sus cargos luego de varias elecciones, llenan estadios, recibiendo el apoyo de la mayor parte de los trabajadores. Es decir, es recomendable preguntarse si la conformación de esta casta especializada -que parece cada día más lejos y opuesta a los intereses históricos de la clase trabajadora- es un hecho lógico del desarrollo de las sociedades modernas o si depende de la particularidad de los casos y de los privilegios materiales que los sectores dominantes pueden ofrecer a los representantes de los obreros con el fin de que éstos vean a los intereses antagónicos de las clases como intereses complementarios.

***

El sindicalismo en Argentina presenta una serie de peculiaridades que merecen ser destacadas:

- Sindicatos únicos, por rama de actividad
- Organizaciones muy ligadas al peronismo
- Dirigentes gremiales que gobiernan desde hace largos años, siendo elegidos sucesivamente por mayorías abrumadoras, en el marco de listas únicas, con mínima oposición.
- Inexistencia de delegados de base y asambleas de trabajadores.
- Tradición dialoguista entre sindicatos-estado-empresa.


En la actualidad, los principales dirigentes se encuentran divididos en tres ramas:
Por un lado, “los moyanistas”, actual conducción de la CGT, fueron la oposición nucleada en el MTA durante los 90, gobernando la central obrera desde 2004. Entre ellos se destacan Moyano, Piumato, Plaini, entre otros. Representan el sector más progresista dentro de la CGT. Actualmente están distanciados con el gobierno, corriéndolo por izquierda constantemente.
Por otro, “los gordos”, la burocracia hecha y derecha, hombres fuertes, de muchos años en el poder, que supieron acomodarse con los sucesivos gobiernos, representando el ala más reaccionaria del movimiento obrero. Entre estos se destacan: Lescano de Luz y Fuerza, Cavalieri de Comercio y West Campo de Sanidad.
Finalmente, los llamados “independientes”, sector clave para que Moyano haya llegado a la conducción general. En estos días son quienes dialogan con el sector de los gordos en pos de algún acuerdo para la sucesión de la conducción de la central obrera. Entre ellos se destaca el municipal Amadeo Genta, con más de 30 años en el poder, Lingieri, de Obras Sanitarias, Martinez de la UOCRA y Andrés Rodriguez de UPCN.
El ciclo Moyano parece finalizado aunque el camionero busca mantenerse y presentarse a elecciones. Por el contrario, los gordos, con cierto apoyo independiente, pretenden una “salida colegiada” que determine al sucesor. Visión que es apoyada desde el gobierno, el cual le da las espaldas a Moyano y le abre la puerta al metalúrgico Caló.
Se verá si se llega a elecciones o no y si éstas se harán con lista única. Otro de los posibles escenarios, aunque no el más probable, es la fragmentación en dos vertientes de la central general de trabajadores.

De permanecer Moyano, el panorama sindical será, presumiblemente, confrontativo tanto con el gobierno como con las empresas, en tanto que las otras vertientes, al tener línea directa con el gobierno, optarán por los acuerdos “entre cuatro paredes”.

Ahora bien, volviendo al tema de las declaraciones de Oscar Lescano, ¿Qué cabe decir de un dirigente sindical que sale a actuar de vocero patronal y estatal? ¿Qué chances transformadoras le quedan al movimiento obrero si año tras año este señor es reelegido por mayorías aplastantes? ¿Es realmente representativo de los intereses de los trabajadores o es un dictador mafioso que oprime al obrero con falsas promesas y amenazas de despidos?

Evidentemente, son preguntas que no pueden ser respondidas en este escrito. Sin embargo, me permito reflexionar que los dirigentes sindicales mencionados son, sin duda alguna, una expresión de los intereses materiales concretos más inmediatos de cualquier obrero. Esto es, si las burocracias pueden conseguir las suficientes mejoras para que el obrero esté conforme, el resto poco importa. De allí que todo el mundo sepa que estos líderes están en el poder hace mucho tiempo gracias al fraude y las listas únicas, que tienen riquezas incalculables cuando un trabajador promedio no puede tener su casa propia o llegar a fin de mes y, sin embargo, se los apoya por acción u omisión.

Las meras conquistas salariales y el poder de la ideología que presenta a estos líderes como seres admirables por su experiencia y sus logros épicos, olvidan que estos señores están del lado de la clase antagónica que día a día chupa el trabajo impago que realiza el obrero en su labor. No obstante, existen incipientes experiencias de organización de base que ponen en cuestión a esta forma sindical argentina, tan ligada al peronismo, el whisky con funcionarios de turno, el chori, los micros y el bombo…en fin, argentinidad en estado puro.


[1] Según Weber, el estamento vendría a estar determinado por la posesión o no de cierto honor social que excede la situación de clase.
[2] En el caso argentino, varias organizaciones armadas defendían esta idea de la burocracia como “tapón” y, en consecuencia, proponían la eliminación física de los burócratas o “traidores”. Probablemente la agrupación montoneros era la más fiel representante de esta posición. Por el contrario, el partido marxista PRT-ERP entendía que eso no solucionaría nada ya que, luego de eliminado el dirigente burócrata, asumiría otro con iguales comportamientos. Es así que el PRT-ERP proponía un cambio desde las bases a través de delegados clasistas.