lunes, 16 de abril de 2012

La realidad dinámica: el presente tecnológico y los desafíos del futuro.


“Si los hombres son seres del quehacer esto se debe a que su hacer es acción y reflexión. Es praxis. Es transformación del mundo. Y, por ello mismo, todo hacer del quehacer debe tener, necesariamente, una teoría que lo ilumine. El quehacer es teoría y práctica. Es reflexión y acción”

Paulo Freire.

“El cambio es la única cosa inmutable”

Arthur Schopenhauer

Nunca se puede saber con exactitud para donde van las cosas, pero van. La realidad es dinámica, cambiante, dialéctica. Nada es inmutable, mal que les pese a los idealistas estáticos platonianos. Heráclito nos lo recuerda a través de nuestra cotidiana materialidad.

Queda claro que algo está cambiando pero en sentido paradigmático. El capitalismo no se termina aún, pero no quedan dudas de que está experimentando cambios que deben pensarse, esto es, crear nuevo conocimiento social, actualizar las grandes teorías surgidas con el capitalismo industrial.

La visión de la industria clásica con el burgués personificado en alguien que chupa plusvalor a los obreros a diario, exigiéndoles más y más parece, por momentos, obsoleta. Pero, ¿realmente se ha terminado esa configuración del capitalismo? Ciertamente, no. 

Fábricas las hay y muchas, en sentido clásico, en el del capital industrial de fines del siglo XIX. Argentina es buen ejemplo de ello: las industrias livianas que precisan mano de obra intensiva y barata, se parecen bastante a esa “conformación clásica del capital”. Sin embargo, no parece ser el lugar hacia el que va el capitalismo mundial, más bien es de donde viene. Cabe mencionar que los cambios son paulatinos, incipientes en muchos países y que no eliminan los “modelos clásicos del capital” sino que conviven con ellos, transformándolos y desafiándolos en cada momento. 

En rigor, la lógica de ser un sistema de explotación que debe crecer constantemente o desaparecer, es decir, un mundo guiado por el afán de lucro y la teoría del valor, no se ha perdido. Sin embargo, la forma que adquiere el capital para lograr los mismos propósitos que antaño parece estar mutando hacia algún otro paradigma de acumulación.

Aquí algunas premisas para pensar la sociedad actual:

- El capital es cada vez menos industrial clásico y más tecnológico. Es decir, el capitalismo industrial nacional con un burgués, siempre presente en la fábrica, es cada vez más escaso, en especial en los países desarrollados. Por el contrario, el capitalismo aparece como tecnológico, mundial, de capitales mixtos y dinámicos, con alguna cúpula gerencial que administra las acciones de cientos de anónimos capitalistas.

- Los límites de los estados-nación son todo el tiempo atravesados por la globalización del capital, que no reconoce fronteras ni naciones. Las versiones defensoras del capital nacional, sustituyente de importaciones, a la manera de un primer peronismo, huelen a viejo, a lucha contra un gigante mundial con accionistas en todas partes del mundo que poco entiende de banderas nacionales y símbolos patrios.

- El mundo tecnológico pareciera moverse por la figura del emprendedor, fiel reemplazante del burgués en el sentido clásico. El emprendedor es, ante todo, una cabeza pensante, un innovador, un burgués que trabaja en la primera línea de la labor mental. La industria del software, aunque no solo ella, nos demuestra a diario esta figura del emprendedor global que modifica los modos de vida de la gente con sus creaciones. Algunos ejemplos conocidos: Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Larry Page, Sergey Brin, Jack Dorsey y varios etcéteras. La versión argentina del innovador podría ser el rey de la soja transgénica, Gustavo Grobocopatel o, por que no, un Marcos Galperín.
 La  idea de la figura posmoderna del emprendedor es la de un apersona entre un millón que con una gran idea, un buen algoritmo, logra modificar la forma de relacionarse socialmente. Google, Facebook y Twitter parecieran ser los mejores ejemplos de esta reconfiguración de las relaciones sociales en el capitalismo actual.

- La sociedad es cada vez más “del conocimiento y la información”. Las empresas posmodernas del capital tecnológico no siempre presionan a los trabajadores de la forma tradicional, es decir, con el látigo del amo. Esto no quiere decir que no lo use pero lo utiliza de otra manera: prefiere el trabajo por objetivos, sin horarios. Google es el mejor ejemplo de este cambio paradigmático del proceso de trabajo. La lógica del “trabaja más y más” no sirve, se necesitan cabezas frescas, que piensen para el capital. Por ello, se generan espacios de relajación, lugares para liberar dopamina y después volver a trabajar, siempre innovando.  

- Como el capital tecnológico valora el conocimiento porque encuentra en él la pieza fundamental para la generación de un plusvalor diferencial, cada vez hay más asalariados con sueldos de gerente y trabajadores completamente excluidos del mercado laboral, mucho más parecidos a la concepción de población excedente que a la idea de ejército de reserva del capital. 

- El orden secuencial se desvanece, la interrelación no lineal, múltiple, aparece en escena. La incertidumbre de una sociedad que cambia pero que no se sabe hacia donde genera una angustia existencial: se disipan las certezas, aparecen otros lazos de solidaridad, la sociedad se reinventa.

- El capitalismo ya no es occidental, moderno y cristiano. Si algo queda a las claras, es que el capital puede convivir con cualquier sociedad, religión y tradiciones. En tanto haya lugar para generar un nuevo mercado, lo demás -la superestructura- es negociable. Hay capitalismo para todos los gustos: capitalismo de occidente; capitalismo de medio oriente, petrolero y bajo lo arcaico del islamismo; capitalismo en India, rara combinación de desarrollo científico-tecnológico con gente muriéndose por las calles, entre las ratas y templos milenarios; capitalismo disfrazado de maoísmo, con niños trabajando en fábricas de grandes multinacionales que entregan millones de euros a grandes estrellas del deporte pero que pagan salarios de hambre a sus trabajadores del sudeste asiático. 

- La visión pesimista de la realidad entiende a la sociedad actual como la alienación exacerbada, un estado de anomia individualista y sumamente violenta. 

No están tan errados en lo inmediato, es cierto, pero si están errados al perder de vista los costados positivos, progresivos. Se equivocan al no intentar pensar a la sociedad actual para hacer suyas las herramientas transformadoras de la tecnología globalizada.

- La visión realista es la que no se enceguece ante el hecho consumado, la que no busca desandar las ruedas de la historia, la que no piensa en el Apocalipsis social. En su favor, se puede sostener que: 

* La sociedad de la información tecnologizada y globalizada, socava, en buena medida, el principio de autoridad institucionalizada, promoviendo otro tipo de lazos de solidaridad entre individuos más aislados en cierto sentido pero más cercanos en otro.

* La multiplicidad de puntos de vista, la mayor igualdad en la participación y la constante vinculación social a través de redes sociales que conectan a la población mundial en cuestión de segundos, originan, en cierto modo, un espacio de participación democrático y plural, de fácil acceso que desafía los monopolios de la información y la impunidad de la clase dominante.

* La red nos permite la construcción colectiva del conocimiento, otra de las caras de la construcción colectiva de un nuevo orden social. La idea de verticalidad entra en crisis y con ella las instituciones que promueven el verticalismo como filosofía.

Pero, ¿cuál es el punto al que pretendo llegar con estas reflexiones generales sobre la sociedad capitalista actual?

    El punto es que la realidad toda se transforma y el capital no queda exento de eso. El capitalismo no está muerto. Por el contrario, se está rejuveneciendo en la tecnología pero no pierde el germen de su propia destrucción. 

La cuestión, para cualquiera que anhele un sistema de producción en donde la propiedad privada de los medios de producción sea colectivizada, pasa por comprender por donde pasa lo central del sistema económico actual. Las premisas esbozadas arriba son algunos lineamientos de cómo se reconfigura el mundo del capital. Lo curioso es que en muy pocos ámbitos se habla de estas reconfiguraciones. Pocos son los teóricos sociales, al menos en lo que a la Argentina respecta, que se dedican al estudio de la actualidad; pocos (o ninguno) son también los espacios de la izquierda partidaria en donde se piensa en clave de “un mundo reconfigurándose”, más bien se piensa en clave de “un mundo derrumbándose”. En contraposición, parecieran aplicarse viejas recetas para nuevos problemas. Ahora bien, esta falta de reflexión corre tanto por derecha como por izquierda.

Del lado de los conservadores del orden social capitalista, muchos debaten con la antinomia liberalismo-keynesianismo en la cabeza, la Argentina kirchnerista es el mejor ejemplo de esto. 

Del lado de los que pretenden derribar el capitalismo para construir algo nuevo, pocas son las veces que se discuten estas transformaciones y nulas las estrategias para captar adherentes a una causa que ven como obsoleta porque su discurso no concuerda con muchas de las cosas que ocurren en la realidad cotidiana, aunque en el fondo sea certero.

Lo interesante de estos cambios es que la izquierda tiene, por un lado, espacios más democráticos, accesibles y plurales para exponer sus ideas de transformación social. Con esto no quiero caer en la ingenuidad de pensar que ahora se debe militar solo por Twitter o que la policía no puede usar Facebook para perseguir a luchadores sociales. Pero resulta esencial, la utilización de las nuevas herramientas para generar nuevas tácticas de militancia a nivel superestructural. La formación de cuadros sumamente capacitados en lo que refiere a innovaciones científicas y tecnológicas deviene fundamental. La adecuación de las teorías clásicas de los grandes revolucionarios a los procesos actuales es una pieza clave en la construcción de una tesis del cambio social.

Muchas de las cosas que preveían los teóricos revolucionarios que partían de la teoría del valor, se perciben muy claramente hoy en día (como, por ejemplo, la perenne conexión de un mercado mundial capitalista), en tanto otras deben ser adecuadas al nuevo panorama económico, político y social a fin de lograr un mejor entendimiento del mundo actual para su transformación en una sociedad científica, planificada y socialista.

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