miércoles, 9 de mayo de 2012

Sindicatos: la compleja articulación entre el capital y el trabajo


 “Es una regla en una sociedad capitalista que cualquier institución o reforma creada para o por la clase obrera puede por eso mismo convertirse en una arma contra ella; y es una regla adicional que la clase dominante ejerce una presión constante para lograr esta finalidad”
Perry Anderson.

El malestar en la CGT y la incertidumbre sobre su futura conducción luego de las elecciones de Julio de este año son noticias de todos los días. Que Moyano ha cortado sus vínculos con el gobierno nacional no es novedad, como tampoco lo es el manifiesto apoyo, desde el estado kirchnerista, al metalúrgico Antonio Caló como futuro conductor de la central obrera.
Sin embargo, hoy han salido a la luz unas declaraciones del líder del sindicato de Luz y Fuerza, Oscar Lescano (devenido en vocero de la oposición sindical) que, como mínimo, merecen una reflexión sobre el sindicalismo en argentina y su burocratización.
Imagino que cuando el lector promedio de la sociedad abre el diario y se encuentra con las declaraciones de Lescano no hace más que focalizarse en lo que dice sin indignarse respecto del hecho mismo de que un dirigente sindical en la Argentina esté tan alejado de la clase obrera como para expresar algo así. En concreto, veamos lo que afirmó:
Por un lado, sostuvo que tuvo una conversación con Julio De Vido en donde éste le manifestó la imposibilidad de que el gobierno nacional expropie el servicio eléctrico. Por otra parte, expresó que “las empresas eléctricas se encuentran actualmente en default por lo que la única solución será aumentar las tarifas o los subsidios para que estas sigan preservando su rentabilidad”.
Es decir, por un lado, es el vocero de las futuras políticas del gobierno, con el que tiene comunicación directa y constante; por otro, es el defensor de los intereses y de la rentabilidad de las grandes empresas contra las que, supuestamente, debería luchar en representación de los trabajadores.
Es cierto, sorprende menos de un hombre como Lescano, quien no tiene reparos ni medias tintas al momento de hablar y al que no le tiembla la voz cuando tiene que decir cosas que, al escucharlas, resultan difíciles de creer. Bastará recordar que, a fines de 2011, el periodista Ricardo Cárpena del diario La Nación le realizó una magistral entrevista en la que el líder sindical expresaba la necesidad de las organizaciones gremiales para contener la protesta social.
Estas cuestiones hacen que merezca la pena analizar un poco el concepto de sindicalismo, su situación en argentina y su potencial futuro como herramienta de transformación social para los trabajadores.

A grandes rasgos, podemos afirmar que un sindicato es una organización que agrupa a cierto número de trabajadores y cuyo fin es el de bregar por los intereses de los mismos frente a la patronal. Es así que un sindicato es el ente que negocia, en nombre de los trabajadores, los salarios y las condiciones de trabajo. En definitiva, los sindicatos surgieron esencialmente como una reacción contra la explotación económica, esto es, como una necesidad de los sectores desposeídos de unirse para enfrentar una realidad impregnada de abusos y humillación. En este sentido, se vislumbra a los sindicatos como componentes de la sociedad capitalista, pero también como oposición y resistencia a la misma.
Su carácter es contradictorio ya que puede ser una herramienta de organización, mejoras y transformación como, igualmente, puede convertirse en el organismo de control y contención de las acciones transformadoras por parte de los trabajadores. Claro está que cuando uno ve el papel actual de los sindicatos o lee declaraciones como las de Lescano queda a las claras que el sindicalismo en Argentina está dedicado a la contención olvidando por completo su potencial transformador.

Es aquí donde aparece el concepto de burocracia sindical, frutos de intensos debates dentro del ámbito académico. En breves, se puede entender por burocracia a un grupo dirigencial oligárquico del movimiento obrero que comienza a tener un estilo de vida cada vez más acomodado olvidando su pasado obrero y velando cada vez más por sus intereses personales en detrimento de los intereses de la masa que ocasionalmente reconoce su mandato por medio de elecciones.

En rasgos generales, quizá haya sido Max Weber el cientista que más ha desarrollado el concepto de burocracia, aunque no solo limitado al contexto sindical. Según Weber, el desarrollo natural de la economía moderna y de la gran industria conlleva a un creciente grado de profesionalización y burocratización de los cargos administrativos. En concordancia, y en relación con los sindicatos, podemos señalar que la visión weberiana asume como un hecho ineludible la conformación de un estamento[1] burocrático dentro de las organizaciones sindicales.

En verdad, Weber sostiene que por más que haga cualquier intento, aquel individuo que esté en una estructura burocrática no podrá salir de ésta. Sin embargo, no cree que la burocratización sea algo nocivo en términos sociales. Por el contrario, la burocratización de la sociedad es, según Weber, producto de la racionalidad y de la evolución social ya que implica una serie de ventajas acordes a la dinámica del capitalismo, a saber: precisión, velocidad, certidumbre, conocimiento de los archivos, continuidad, discreción, subordinación estricta, reducción de desacuerdos y de costos materiales y personales.

A su vez, la burocratización de, por ejemplo, una organización sindical representa una gran cantidad de beneficios para el individuo que actúa como funcionario en la misma, lo que le permite formar parte de este estamento de la sociedad. Claros ejemplos de ésto son: el prestigio que obtiene frente a los gobernados, quienes suelen verlo como un sacrificado; el carácter vitalicio del cargo, el reconocimiento salarial más determinado por el status que por la tarea que realiza y la posesión de un saber técnico que otros carecen y, en muchos casos, admiran. Sin duda, el desconocimiento, las presiones por despidos y la falta de experiencia política de los afiliados son terreno fértil para los excesos de los dirigentes burocráticos quienes, reducidos a la mera negociación salarial y de condiciones de trabajo se especializan cada vez más generando una brecha enorme entre ellos y sus representados.

Es menester destacar que Weber poseía una visión muy individualista, idealista y propia de la clase dominante y que, por ello, no podía ver más allá del capitalismo. Distintas reflexiones han elaborado los teóricos sociales de izquierda que han debatido la cuestión sindical desde fines del siglo XIX a esta parte. Veamos:

Al surgir las uniones sindicales en Europa, los principales teóricos del cambio social vieron a sindicalismo como una acción que atacaba de lleno a los fundamentos de la economía política clásica, al tiempo que engendraba una conciencia de unidad de clase eliminando la competencia entre los obreros, en donde el trabajador se empieza a reconocer como tal, como una clase “para sí” y comienza a vislumbrar a sus pares y a sus enemigos de clase. Es así que, la función inmediata del sindicato se concreta en las exigencias cotidianas, en la resistencia a los abusos del capital, en tanto que, desde una perspectiva más amplia, actúan como centros organizadores, como escuelas de solidaridad, de reconocimiento como clase independiente.

Potencialmente, los sindicatos podían transformarse en organizaciones revolucionarias por la toma del poder político o bien podían articularse como auxiliares del sistema de explotación capitalista actuando en complicidad con éste, utilizando tácticas oportunistas, burocráticas, reformistas y nacionalistas. En este marco, se habla de que la burocracia no representa a los trabajadores y de actúa como “dique de contención” o como “tapón”, impidiendo el libre desarrollo de la defensa de los intereses de clase de los desposeídos. Es así que se propone la “recuperación” de los sindicatos o la eliminación de la casta burocrática como liberación de la clase obrera[2].  

Sin embargo, la realidad demuestra otra cosa y exige preguntarse si esta casta burocrática es ajena a los intereses de los trabajadores o si es su más acabada expresión ya que estos dirigentes están en sus cargos luego de varias elecciones, llenan estadios, recibiendo el apoyo de la mayor parte de los trabajadores. Es decir, es recomendable preguntarse si la conformación de esta casta especializada -que parece cada día más lejos y opuesta a los intereses históricos de la clase trabajadora- es un hecho lógico del desarrollo de las sociedades modernas o si depende de la particularidad de los casos y de los privilegios materiales que los sectores dominantes pueden ofrecer a los representantes de los obreros con el fin de que éstos vean a los intereses antagónicos de las clases como intereses complementarios.

***

El sindicalismo en Argentina presenta una serie de peculiaridades que merecen ser destacadas:

- Sindicatos únicos, por rama de actividad
- Organizaciones muy ligadas al peronismo
- Dirigentes gremiales que gobiernan desde hace largos años, siendo elegidos sucesivamente por mayorías abrumadoras, en el marco de listas únicas, con mínima oposición.
- Inexistencia de delegados de base y asambleas de trabajadores.
- Tradición dialoguista entre sindicatos-estado-empresa.


En la actualidad, los principales dirigentes se encuentran divididos en tres ramas:
Por un lado, “los moyanistas”, actual conducción de la CGT, fueron la oposición nucleada en el MTA durante los 90, gobernando la central obrera desde 2004. Entre ellos se destacan Moyano, Piumato, Plaini, entre otros. Representan el sector más progresista dentro de la CGT. Actualmente están distanciados con el gobierno, corriéndolo por izquierda constantemente.
Por otro, “los gordos”, la burocracia hecha y derecha, hombres fuertes, de muchos años en el poder, que supieron acomodarse con los sucesivos gobiernos, representando el ala más reaccionaria del movimiento obrero. Entre estos se destacan: Lescano de Luz y Fuerza, Cavalieri de Comercio y West Campo de Sanidad.
Finalmente, los llamados “independientes”, sector clave para que Moyano haya llegado a la conducción general. En estos días son quienes dialogan con el sector de los gordos en pos de algún acuerdo para la sucesión de la conducción de la central obrera. Entre ellos se destaca el municipal Amadeo Genta, con más de 30 años en el poder, Lingieri, de Obras Sanitarias, Martinez de la UOCRA y Andrés Rodriguez de UPCN.
El ciclo Moyano parece finalizado aunque el camionero busca mantenerse y presentarse a elecciones. Por el contrario, los gordos, con cierto apoyo independiente, pretenden una “salida colegiada” que determine al sucesor. Visión que es apoyada desde el gobierno, el cual le da las espaldas a Moyano y le abre la puerta al metalúrgico Caló.
Se verá si se llega a elecciones o no y si éstas se harán con lista única. Otro de los posibles escenarios, aunque no el más probable, es la fragmentación en dos vertientes de la central general de trabajadores.

De permanecer Moyano, el panorama sindical será, presumiblemente, confrontativo tanto con el gobierno como con las empresas, en tanto que las otras vertientes, al tener línea directa con el gobierno, optarán por los acuerdos “entre cuatro paredes”.

Ahora bien, volviendo al tema de las declaraciones de Oscar Lescano, ¿Qué cabe decir de un dirigente sindical que sale a actuar de vocero patronal y estatal? ¿Qué chances transformadoras le quedan al movimiento obrero si año tras año este señor es reelegido por mayorías aplastantes? ¿Es realmente representativo de los intereses de los trabajadores o es un dictador mafioso que oprime al obrero con falsas promesas y amenazas de despidos?

Evidentemente, son preguntas que no pueden ser respondidas en este escrito. Sin embargo, me permito reflexionar que los dirigentes sindicales mencionados son, sin duda alguna, una expresión de los intereses materiales concretos más inmediatos de cualquier obrero. Esto es, si las burocracias pueden conseguir las suficientes mejoras para que el obrero esté conforme, el resto poco importa. De allí que todo el mundo sepa que estos líderes están en el poder hace mucho tiempo gracias al fraude y las listas únicas, que tienen riquezas incalculables cuando un trabajador promedio no puede tener su casa propia o llegar a fin de mes y, sin embargo, se los apoya por acción u omisión.

Las meras conquistas salariales y el poder de la ideología que presenta a estos líderes como seres admirables por su experiencia y sus logros épicos, olvidan que estos señores están del lado de la clase antagónica que día a día chupa el trabajo impago que realiza el obrero en su labor. No obstante, existen incipientes experiencias de organización de base que ponen en cuestión a esta forma sindical argentina, tan ligada al peronismo, el whisky con funcionarios de turno, el chori, los micros y el bombo…en fin, argentinidad en estado puro.


[1] Según Weber, el estamento vendría a estar determinado por la posesión o no de cierto honor social que excede la situación de clase.
[2] En el caso argentino, varias organizaciones armadas defendían esta idea de la burocracia como “tapón” y, en consecuencia, proponían la eliminación física de los burócratas o “traidores”. Probablemente la agrupación montoneros era la más fiel representante de esta posición. Por el contrario, el partido marxista PRT-ERP entendía que eso no solucionaría nada ya que, luego de eliminado el dirigente burócrata, asumiría otro con iguales comportamientos. Es así que el PRT-ERP proponía un cambio desde las bases a través de delegados clasistas.

lunes, 16 de abril de 2012

La realidad dinámica: el presente tecnológico y los desafíos del futuro.


“Si los hombres son seres del quehacer esto se debe a que su hacer es acción y reflexión. Es praxis. Es transformación del mundo. Y, por ello mismo, todo hacer del quehacer debe tener, necesariamente, una teoría que lo ilumine. El quehacer es teoría y práctica. Es reflexión y acción”

Paulo Freire.

“El cambio es la única cosa inmutable”

Arthur Schopenhauer

Nunca se puede saber con exactitud para donde van las cosas, pero van. La realidad es dinámica, cambiante, dialéctica. Nada es inmutable, mal que les pese a los idealistas estáticos platonianos. Heráclito nos lo recuerda a través de nuestra cotidiana materialidad.

Queda claro que algo está cambiando pero en sentido paradigmático. El capitalismo no se termina aún, pero no quedan dudas de que está experimentando cambios que deben pensarse, esto es, crear nuevo conocimiento social, actualizar las grandes teorías surgidas con el capitalismo industrial.

La visión de la industria clásica con el burgués personificado en alguien que chupa plusvalor a los obreros a diario, exigiéndoles más y más parece, por momentos, obsoleta. Pero, ¿realmente se ha terminado esa configuración del capitalismo? Ciertamente, no. 

Fábricas las hay y muchas, en sentido clásico, en el del capital industrial de fines del siglo XIX. Argentina es buen ejemplo de ello: las industrias livianas que precisan mano de obra intensiva y barata, se parecen bastante a esa “conformación clásica del capital”. Sin embargo, no parece ser el lugar hacia el que va el capitalismo mundial, más bien es de donde viene. Cabe mencionar que los cambios son paulatinos, incipientes en muchos países y que no eliminan los “modelos clásicos del capital” sino que conviven con ellos, transformándolos y desafiándolos en cada momento. 

En rigor, la lógica de ser un sistema de explotación que debe crecer constantemente o desaparecer, es decir, un mundo guiado por el afán de lucro y la teoría del valor, no se ha perdido. Sin embargo, la forma que adquiere el capital para lograr los mismos propósitos que antaño parece estar mutando hacia algún otro paradigma de acumulación.

Aquí algunas premisas para pensar la sociedad actual:

- El capital es cada vez menos industrial clásico y más tecnológico. Es decir, el capitalismo industrial nacional con un burgués, siempre presente en la fábrica, es cada vez más escaso, en especial en los países desarrollados. Por el contrario, el capitalismo aparece como tecnológico, mundial, de capitales mixtos y dinámicos, con alguna cúpula gerencial que administra las acciones de cientos de anónimos capitalistas.

- Los límites de los estados-nación son todo el tiempo atravesados por la globalización del capital, que no reconoce fronteras ni naciones. Las versiones defensoras del capital nacional, sustituyente de importaciones, a la manera de un primer peronismo, huelen a viejo, a lucha contra un gigante mundial con accionistas en todas partes del mundo que poco entiende de banderas nacionales y símbolos patrios.

- El mundo tecnológico pareciera moverse por la figura del emprendedor, fiel reemplazante del burgués en el sentido clásico. El emprendedor es, ante todo, una cabeza pensante, un innovador, un burgués que trabaja en la primera línea de la labor mental. La industria del software, aunque no solo ella, nos demuestra a diario esta figura del emprendedor global que modifica los modos de vida de la gente con sus creaciones. Algunos ejemplos conocidos: Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Larry Page, Sergey Brin, Jack Dorsey y varios etcéteras. La versión argentina del innovador podría ser el rey de la soja transgénica, Gustavo Grobocopatel o, por que no, un Marcos Galperín.
 La  idea de la figura posmoderna del emprendedor es la de un apersona entre un millón que con una gran idea, un buen algoritmo, logra modificar la forma de relacionarse socialmente. Google, Facebook y Twitter parecieran ser los mejores ejemplos de esta reconfiguración de las relaciones sociales en el capitalismo actual.

- La sociedad es cada vez más “del conocimiento y la información”. Las empresas posmodernas del capital tecnológico no siempre presionan a los trabajadores de la forma tradicional, es decir, con el látigo del amo. Esto no quiere decir que no lo use pero lo utiliza de otra manera: prefiere el trabajo por objetivos, sin horarios. Google es el mejor ejemplo de este cambio paradigmático del proceso de trabajo. La lógica del “trabaja más y más” no sirve, se necesitan cabezas frescas, que piensen para el capital. Por ello, se generan espacios de relajación, lugares para liberar dopamina y después volver a trabajar, siempre innovando.  

- Como el capital tecnológico valora el conocimiento porque encuentra en él la pieza fundamental para la generación de un plusvalor diferencial, cada vez hay más asalariados con sueldos de gerente y trabajadores completamente excluidos del mercado laboral, mucho más parecidos a la concepción de población excedente que a la idea de ejército de reserva del capital. 

- El orden secuencial se desvanece, la interrelación no lineal, múltiple, aparece en escena. La incertidumbre de una sociedad que cambia pero que no se sabe hacia donde genera una angustia existencial: se disipan las certezas, aparecen otros lazos de solidaridad, la sociedad se reinventa.

- El capitalismo ya no es occidental, moderno y cristiano. Si algo queda a las claras, es que el capital puede convivir con cualquier sociedad, religión y tradiciones. En tanto haya lugar para generar un nuevo mercado, lo demás -la superestructura- es negociable. Hay capitalismo para todos los gustos: capitalismo de occidente; capitalismo de medio oriente, petrolero y bajo lo arcaico del islamismo; capitalismo en India, rara combinación de desarrollo científico-tecnológico con gente muriéndose por las calles, entre las ratas y templos milenarios; capitalismo disfrazado de maoísmo, con niños trabajando en fábricas de grandes multinacionales que entregan millones de euros a grandes estrellas del deporte pero que pagan salarios de hambre a sus trabajadores del sudeste asiático. 

- La visión pesimista de la realidad entiende a la sociedad actual como la alienación exacerbada, un estado de anomia individualista y sumamente violenta. 

No están tan errados en lo inmediato, es cierto, pero si están errados al perder de vista los costados positivos, progresivos. Se equivocan al no intentar pensar a la sociedad actual para hacer suyas las herramientas transformadoras de la tecnología globalizada.

- La visión realista es la que no se enceguece ante el hecho consumado, la que no busca desandar las ruedas de la historia, la que no piensa en el Apocalipsis social. En su favor, se puede sostener que: 

* La sociedad de la información tecnologizada y globalizada, socava, en buena medida, el principio de autoridad institucionalizada, promoviendo otro tipo de lazos de solidaridad entre individuos más aislados en cierto sentido pero más cercanos en otro.

* La multiplicidad de puntos de vista, la mayor igualdad en la participación y la constante vinculación social a través de redes sociales que conectan a la población mundial en cuestión de segundos, originan, en cierto modo, un espacio de participación democrático y plural, de fácil acceso que desafía los monopolios de la información y la impunidad de la clase dominante.

* La red nos permite la construcción colectiva del conocimiento, otra de las caras de la construcción colectiva de un nuevo orden social. La idea de verticalidad entra en crisis y con ella las instituciones que promueven el verticalismo como filosofía.

Pero, ¿cuál es el punto al que pretendo llegar con estas reflexiones generales sobre la sociedad capitalista actual?

    El punto es que la realidad toda se transforma y el capital no queda exento de eso. El capitalismo no está muerto. Por el contrario, se está rejuveneciendo en la tecnología pero no pierde el germen de su propia destrucción. 

La cuestión, para cualquiera que anhele un sistema de producción en donde la propiedad privada de los medios de producción sea colectivizada, pasa por comprender por donde pasa lo central del sistema económico actual. Las premisas esbozadas arriba son algunos lineamientos de cómo se reconfigura el mundo del capital. Lo curioso es que en muy pocos ámbitos se habla de estas reconfiguraciones. Pocos son los teóricos sociales, al menos en lo que a la Argentina respecta, que se dedican al estudio de la actualidad; pocos (o ninguno) son también los espacios de la izquierda partidaria en donde se piensa en clave de “un mundo reconfigurándose”, más bien se piensa en clave de “un mundo derrumbándose”. En contraposición, parecieran aplicarse viejas recetas para nuevos problemas. Ahora bien, esta falta de reflexión corre tanto por derecha como por izquierda.

Del lado de los conservadores del orden social capitalista, muchos debaten con la antinomia liberalismo-keynesianismo en la cabeza, la Argentina kirchnerista es el mejor ejemplo de esto. 

Del lado de los que pretenden derribar el capitalismo para construir algo nuevo, pocas son las veces que se discuten estas transformaciones y nulas las estrategias para captar adherentes a una causa que ven como obsoleta porque su discurso no concuerda con muchas de las cosas que ocurren en la realidad cotidiana, aunque en el fondo sea certero.

Lo interesante de estos cambios es que la izquierda tiene, por un lado, espacios más democráticos, accesibles y plurales para exponer sus ideas de transformación social. Con esto no quiero caer en la ingenuidad de pensar que ahora se debe militar solo por Twitter o que la policía no puede usar Facebook para perseguir a luchadores sociales. Pero resulta esencial, la utilización de las nuevas herramientas para generar nuevas tácticas de militancia a nivel superestructural. La formación de cuadros sumamente capacitados en lo que refiere a innovaciones científicas y tecnológicas deviene fundamental. La adecuación de las teorías clásicas de los grandes revolucionarios a los procesos actuales es una pieza clave en la construcción de una tesis del cambio social.

Muchas de las cosas que preveían los teóricos revolucionarios que partían de la teoría del valor, se perciben muy claramente hoy en día (como, por ejemplo, la perenne conexión de un mercado mundial capitalista), en tanto otras deben ser adecuadas al nuevo panorama económico, político y social a fin de lograr un mejor entendimiento del mundo actual para su transformación en una sociedad científica, planificada y socialista.

martes, 13 de marzo de 2012

El dinero como abstracción: fetichismo y capital usurero en la sociedad actual.

 “El dinero en cuanto medio y poder del universal (...) para hacer de la representación realidad y de la realidad una pura representación, transforma igualmente las reales  fuerzas esenciales humanas y naturales en puras representaciones abstractas y por ello en imperfecciones, en dolorosas quimeras, así como, por otra parte, transforma las imperfecciones y quimeras reales, las fuerzas esenciales realmente impotentes, que sólo existen en la imaginación del individuo, en fuerzas esenciales reales y poder real”

Karl Marx



   Es un hecho, vivimos en el edén del dinero. Todo es dinero, todo se compra y se vende, todo es negociable y corrompible por el dinero. El sistema de producción capitalista logró hacer de todos nosotros unos amantes fetichizados de eso que dimos en llamar dinero.


   La historia de la humanidad y su cultura es un camino de abstracciones cada vez mayores que se manifiestan en todas las esferas. Basta pensar en algunos ejemplos: uno de ellos es eso llamado Dios que pasó de ser fenómeno natural (el sol, la lluvia, el viento), a ser un árbol o los dioses orgiásticos y vengativos del olimpo, para convertirse, finalmente, en un Dios único creador del cielo y la tierra, sin cara ni cuerpo, energía divina y magnánima, amén. El desarrollo tecnológico es otro buen ejemplo: pasamos de comunicarnos con mensajeros que andaban día y noche para trasladar un mensaje, a palomas, al telégrafo, al teléfono, al teléfono móvil, a la computadora con cámara, etc. Es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad fue haciendo que todo lo concreto deviniera en abstracto y muchas veces perdemos de vista cual es el contenido real de las cosas, porque simplemente nos quedamos en la apariencia abstracta construida en la mente humana, sin entender la materia real que sustenta esa representación.


   Lo que quiero desarrollar en este texto es otro ejemplo de lo antedicho, a saber: el dinero. Veamos un poco su historia para ir desengranando su forma actual.

   Cuando las sociedades comenzaron a tener un excedente y a comerciar entre sí, la primera forma de intercambio fue el truque, esto es, se cambiaba un bien o servicio cualquiera con un valor de uso explícito por otro que se considerara equivalente en conformidad con ambas partes del intercambio (la forma del intercambio es M-M). Evidentemente, ésta es la forma de intercambio más básico entre dos personas pero conlleva la gran limitación de que los intercambios dependen de las necesidades individuales en un momento dado, por lo que resulta difícil congeniar las dos necesidades en tiempo y espacio para que sea efectivo el trueque. Por ello, poco a poco se empezaron a usar determinados bienes que eran más demandados por la población a causa de su utilidad como medio de cambio para obtener otras mercancías. Es irrelevante determinar que bienes se usaron en cada momento (piedras, metales, plumas, especias) pero lo que es fundamental es comprender que en algún momento de la historia de la humanidad se empezaron a aceptar ciertos bienes no perecederos como medio de cambio. Desde allí, uno podría pensar que la forma de intercambio mercancía por mercancía (M-M) fue mutando a M-D-M, en donde D es el dinero (en ese momento otro bien) que actúa como intermediario.

   Con el devenir de los años, el oro y la plata se fueron consolidando como equivalentes generales a nivel universal, debido a las facilidades de su transporte y a su subsistencia a lo largo del tiempo. Asimismo, dichas piezas en metal comenzaron a ser acuñadas por los diversos gobiernos a fin de garantizar su validez universal. Luego, ya no importaba realmente el peso que la moneda tenía en sí, sino que era relevante lo que su acuñación decía que valía ya que estaba certificada por alguna autoridad confiable.

   Posteriormente, aparece en escena el dinero papel cuya creación se suele atribuir a los orfebres y comerciantes de la Edad Media que empezaron a ofrecer un servicio de custodia para metales preciosos, otorgando a cambio un papel como garantía de que sus depósitos estaban allí. Sin embargo, existen evidencias de que los primeros papeles moneda fueron elaborados por los chinos hacia el siglo VII.

   En rigor, podemos afirmar que el sistema de producción capitalista nace con el dinero papel como equivalente general con respaldo en oro -conocido como “patrón oro”- y éste fue usado mundialmente hasta, al menos, la primera guerra mundial. Posteriormente, hubo dos grandes cambios en materia de dinero a nivel internacional, veamos:

   En primer lugar, la adopción del dólar estadounidense como medida de intercambio convertible a nivel global a través de los acuerdos de Bretton Woods al finalizar la segunda guerra mundial, en donde se establece que solo el dólar estadounidense es convertible en oro a razón de US$ 35 por onza para todos los gobiernos foráneos.

   En segundo lugar, la unilateral determinación del presidente republicano Richard Nixon en 1971, de suspender la convertibilidad del dólar en oro para el público, debido al excesivo gasto fiscal de EEUU en esos años motivado por el gran crecimiento del gasto bélico a razón del conflicto armado con Vietnam. Al poco tiempo, en 1973, se termina definitivamente con la conversión mundial del dinero papel en oro para todos los gobiernos del mundo.

   Desde entonces, el mundo se rige por el llamado “dinero fiduciario” o ficticio. Analicemos un poco esta irracionalidad capitalista que vivimos como natural día a día.


   El dinero fiduciario basa su valor en la creencia o fe de la gente de que será aceptado por un país o región económica como forma de intercambio de mercancías. Es decir, el sistema capitalista actual se mueve con un dinero papel que no tiene contrapartida en oro ni en ningún otro metal precioso, sino que se sustenta en la creencia que inspira a través del estado, los bancos y el crédito.

   En principio, uno podría pensar que esta forma de intercambio no debería acarrear mayores problemas siempre y cuando tenga un sustento real y no sean papelitos de juguete que no representan nada material. En concreto, para que el conjunto del dinero fiduciario en circulación no sea una farsa mundialmente aceptada e incuestionable, debe ser siempre igual al total de bienes y servicios producidos por un país en un periodo determinado, es decir, su PBI. Sin embargo, los estados nacionales operan de otra manera, imprimiendo más billetes que los bienes que lo sustentan como forma de autofinanciarse.

   Para entender esto hay que hacer una salvedad en este punto: la creación de dinero en nuestro sistema económico actual está dada por dos entes: el banco central que imprime el dinero como efectivo o “dinero legal” y el conjunto de bancos privados que otorgan créditos constantemente generando el llamado “dinero bancario”. Estos últimos son regulados por el banco central a través del denominado encaje bancario. Veamos que significa esto:

    Los bancos toman el dinero que los clientes depositan a modo de ahorro o capitalización. A su vez, prestan dinero a modo de crédito a otros clientes. Ahora bien, el banco central establece un mínimo de dinero que los bancos privados deben conservar en sus arcas dejando “liberado” el resto del dinero disponible. Ese mínimo (variable) que establece un estado como política monetaria a través de su banco central es el llamado “encaje bancario”. En Argentina, por ejemplo, el encaje bancario actual es del 19% del monto depositado. Es decir, si una persona pone en plazo fijo $ 1000, el banco puede prestar a otro cliente $ 810. Y, siguiendo el mismo razonamiento, de esos $ 810 que, supongamos, se depositan en ese u otro banco, se podrá prestar $ 656, y así sucesivamente. Esto da como resultado lo que las entidades financieras conocen como multiplicador bancario que se calcula como “1/encaje”, lo que en este caso equivaldría a decir que por cada billete depositado el banco crea 5,26 (1/0.19=5.26). En criollo, lo que se genera es dinero totalmente ficticio que el banco “crea” desde una computadora pero que en verdad no tiene un correlato con el PBI del país. Es decir, se crea dinero de la nada en base a la deuda y a la confianza que se tiene en que todos podrán pagar sus pasivos y que los ahorristas no irán a sacar todos juntos sus depósitos.

   Pero, ¿cuales son las consecuencias de tamaña irracionalidad?

   En primera instancia, se genera inflación porque no hay correlato alguno entre el dinero circulante en papel y el total de bienes y servicios que esa nación produce.

  En segundo lugar, se establece como norma de supervivencia financiera la deuda en donde todos, inevitablemente, quedamos enganchados al circuito bancario ya que, de pedir nuestro dinero depositado, nos convertiríamos en acreedores del banco central, permitiéndole generar nueva deuda, que no es más que una promesa de fabricar a futuro más bienes y servicios que, generalmente, no se logran fabricar.

  Esta burbuja financiera hace que se genere una casta parasitaria de especuladores que simulan tener, prestar y pedir prestado un dinero que no tiene sustento material en el trabajo productivo. Tarde o temprano esto estalla y los que pagan la cuenta son siempre los trabajadores ya que éstos si son quienes operan la materia y generan valor agregado para la sociedad. Un claro ejemplo de esto, es la burbuja económica en la que se metió el mundo capitalista en estos últimos años en donde, llegado el momento del colapso financiero, los gobiernos deben optar si rescatar a los bancos inyectando inmensas sumas de dinero en el circuito económico o dejarlos quebrar. Debido al carácter burgués de los estados capitalistas siempre optaran por la primera opción sacando el dinero del bolsillo del trabajador.

   Otro dato para nada menor por su irracionalidad es que el dinero fiduciario es un dinero nacional, lo que significa que sólo puede utilizarse en las áreas monetarias delimitadas por el banco central. Esto es ridículo sabiendo que la economía capitalista -con su división del trabajo y con sus intercambios de mercancías- es en tanto economía mundial interrelacionada.

   Cuando afirmamos que el dinero fiduciario es un pasivo impago, suena raro pensar que tenga un valor socialmente aceptado. Pues bien, en el mundo del revés del capital esto es normal ya que el estado acepta que le paguemos los impuestos con ese “dinero deuda”, los bancos privados nos pueden dar intereses muy jugosos por depositar ese dinero irreal ya que ellos podrán crear, de esa manera, más dinero ficticio. En concreto, el sistema capitalista actual puede convertir un pasivo impago en un activo que esconde, en su imagen aparentemente sólida, otro pasivo impago. Lo que lleva a concluir que la fuente del crecimiento es, desde hace 40 años, la deuda, seguida de crisis y ajustes cíclicos.

   En el sistema de producción capitalista, el dinero es la mercancía general que sirve para transformar los valores en precios. Cumple la función de ser un medio de circulación, un medio de pago y un medio de atesoramiento. Los economistas defensores del sistema capitalista no pueden -o no quieren- ver que el dinero no es un objeto dado, producto del acuerdo entre los hombres, sino que es el resultado del proceso evolutivo de intercambio de mercancías en donde el valor experimenta sucesivos cambios de forma. Y es aquí donde aparece el concepto de fetichismo, sobre el cual se funda la lógica del capital.

   El fetichismo es la incapacidad de los hombres de ver las relaciones sociales de producción que hay detrás de las cosas. En el caso del dinero, el gobierno discute tal o cual política monetaria y la sociedad debate en torno a eso, sin comprender que ese dinero fiduciario no es algo en sí mismo sino la expresión en papeles del valor de cambio de las mercancías que se producen gracias al trabajo de los obreros. El motivo por el cual la sociedad no puede ver dicho trasfondo se deriva de que, en el mundo capitalista, el trabajo no es social y planificado sino individual y anárquico. Ergo, el carácter social de las cosas no se ve en el proceso de producción sino en el intercambio, donde interviene el dinero. Pero, como no queda en claro que es lo que se ha convertido en dinero, éste pareciera tener vida por sí mismo, en tanto que no es mas que una especulación de parásitos usureros que viven del trabajo ajeno.

   En conclusión, podemos afirmar que el dinero fiduciario es el escalón monetario más abstracto del devenir socio productivo. Se ha llegado a tal punto de abstracción y fetichismo que el dinero existe, en su mayor parte, en los sistemas informáticos de los bancos privados. Esas grandes cantidades de dinero fiduciario electrónico no existen en papel ni tienen relación alguna con los bienes y servicios producidos por un país en un período de tiempo dado.

   Creo que sólo un porcentaje mínimo de la población mundial sabe que el dinero en el sistema capitalista actual se crea por medios electrónicos -es decir, que no existe siquiera como papel- y que se basa en una deuda interminable e impagable por su propio origen que crece exponencialmente hasta que, llegado determinado momento, colapsa generando un estallido financiero que termina pagando el conjunto de la clase trabajadora asalariada. Desde allí, el ciclo de especulación financiera recomienza desde cero.

   Es fundamental comprender esta gran mentira mundial, este fetichismo, esta irracionalidad súper abstracta que nos hace rehenes de un sistema de explotación que tergiversa todos nuestros deseos, necesidades y valores como humanidad reduciendo todo a un presente efímero y consumista.

viernes, 2 de marzo de 2012

El tren hacia la muerte: un viaje sobre los rieles de la corrupción capitalista


“Como un auxiliar de esta acción divisionista encontramos en ella una cierta connotación mesiánica, por medio de la cual los dominadores pretenden aparecer como salvadores de los hombres a quienes deshumanizan. Sin embargo, en el fondo el mesianismo contenido en su acción no consigue esconder sus intenciones; lo que desean realmente es salvarse a sí mismos. Es la salvación de sus riquezas, su poder, su estilo de vida, con los cuales aplastan a los demás”
Paulo Freire

“Nadie amasa una fortuna sin hacer harina a los demás”
Manolito (Mafalda)

Pasó lo que la realidad anunciaba: un tren de la línea Sarmiento no pudo detenerse en la estación terminal Once e impactó contra la barrera de contención  del andén, ocasionando la muerte de 51 personas y las heridas de cientos y cientos.
Pasó lo que todos sabían que pasaría, lo que ha pasado muchas veces en menor medida sin llegar a ser una masacre y así seguíamos…pero esta vez pasó y muchos sufrieron, se indignaron, sintieron al capitalismo más perverso y corrupto encima de sus cabezas.
El motivo por el cual la gente se indigna es el mismo motivo por el cual a muchos -empezando por los dirigentes estatales y empresariales- no les importa ni un poco, a saber: se trataba de gente trabajadora, común, de todas las edades, pobre, esa que viene del “lejano oeste” a trabajar todos los días o, desde otra visión, lo que mucha “gente bien” piensa y poca se anima a decir: negros de mierda del conurbano.
A la clase trabajadora le pegó fuerte porque sabe bien de qué se trata. Viajar todos los días en forma deplorable, entrando a las patadas, por las ventanas, colgados en las puertas o en el entre vagón es algo de todos los días, como ir a trabajar y que te menosprecien. Esa “normalidad” que en Argentina se transforma en naturalidad en un abrir y cerrar de ojos y que ya nadie nunca más cuestionará hasta que pasa algo como lo de Once.
Si el capitalismo aumenta nuestras posibilidades reales de morir y empeora nuestra calidad de vida en el día a día, en Argentina estas características se exacerban para la población pobre. Los que tienen temen que los que no tienen les roben, se organicen, expropien, esa bandera roja que siempre aflora por algún lado. Los que no tienen temen que los que tienen los maten con sus robos de cuello blanco, con su explotación, con su inoperancia de chupa sangre con pocas luces, con su corrupción. La lógica individualista del capitalismo genera miedo en las dos clases antagónicas. Nadie está tranquilo porque todos temen. El siervo al látigo del amo, el amo a quedarse sin látigo.
Como mencionaba previamente, no es novedad que esto pase y todo el que vive en Argentina lo sabe. De hecho, el incidente ferroviario más reciente ocurrió en enero de este mismo año cuando ocho personas sufrieron heridas por caer a las vías del tren San Martín, donde viajaban en los escalones. Un mes antes, dieciocho personas habían sido heridas cuando un tren de la línea Roca chocó a otro que estaba detenido en la estación de Temperley. Anteriormente, entre 2010 y 2011, se habían vivido seis situaciones más, entre las que se destacan: el choque entre un tren y un colectivo en el barrio de Flores, donde murieron once personas y el choque entre dos formaciones del ferrocarril San Martín en San Miguel en donde se lamentaron cuatro muertes y más de un centenar de heridos[1]. Los ejemplos son numerosos y la ridiculez de que todavía existan pasos a nivel con obsoletas señalizaciones porque no se iniciaron las obras de soterramiento arriesga la vida de cada uno de nosotros cada vez que cruzamos una vía.
Tampoco es un problema de la red ferroviaria únicamente. Es, más bien, un problema del sistema de transportes en Argentina. En 2011, murieron -en promedio- 21 personas por día en accidentes de tránsito, siendo la principal causa de muerte de personas menores de 35 años en nuestro país.
En rigor, salir cada día a la calle es una lotería en donde la muerte es el primer premio. El gobierno que se dice nacional y popular es el principal responsable de hacer jugar, involuntariamente, a toda la población trabajadora a esta tómbola macabra.
En el caso particular del accidente de Once, la masacre se vio exacerbada por la inoperancia de los equipos de rescate. Varios días llevo identificar a los cuerpos heridos y difuntos pero lo más aberrante es que hubo un caso con nombre propio que se ha convertido en la imagen de la bronca, la impotencia, la tristeza: Lucas, un joven de 20 años que murió aplastado por el impacto y que fue encontrado 57 horas después del accidente en el mismo tren que, supuestamente, había sido revisado varias veces por los responsables de las tareas de rescate.
 Es cierto que la desinversión estatal no es sólo obra de este gobierno. Hace décadas que esto sucede. Pero no por ello el gobierno de CFK es menos responsable. Como en tantas otras cuestiones, es un continuador de las políticas defensoras de los intereses del capital en perjuicio de los sectores trabajadores de la sociedad argentina.
Es verdad que Menem aniquiló lo que quedaba de un ferrocarril ya maltrecho pero también es cierto que De la Rúa no movió un dedo, que Duhalde continuó con las concesiones declarando la emergencia del transporte y que los Kirchner -y su funcionario Ricardo Jaime- eran aliados directos de los empresarios que no invertían y que se guardaban en sus bolsillos los subsidios millonarios que el estado entregaba, privilegiando el uso del transporte de mercaderías por camiones en las también maltrechas rutas argentinas.
Por su parte, la dirigencia kirchnerista no hace más que sostener que lo acontecido en Once es el legado de las políticas neoliberales de los 90, sumada a la irresponsabilidad de la empresa TBA, encargada de administrar el ramal Mitre y Sarmiento del ferrocarril. El gobierno pretende despegarse del grupo Cirigliano de varias formas, aunque siempre denota una incapacidad política y técnica asombrosa y una falta de “tacto humano” que se expresa en las declaraciones y los silencios de sus principales dirigentes, veamos:
El primero en hablar fue el secretario de transporte, Juan Pablo Schiavi, quién sostuvo que si hubo tantos accidentados fue por esa “cultura” argentina de viajar en el primer vagón para bajar antes. Parece que el señor Schiavi no conoce las presiones que reciben los trabajadores con el plus por presentismo. Esa “cultura” argentina se llama no llegar tarde para no cobrar menos, ser sancionado o directamente despedido.
Otra gloriosa declaración de este mamarracho inoperante -que hace poco tiempo trabajaba para Macri y ahora se pelea con él, como el mejor militante camporista- fue decir que, si hubiese sido feriado, el choque no hubiese sido tan trágico. Perfecto, de lo que se trata es de no salir de casa así no pasa nada trágico y no andamos reclamándole “pavadas” al gobierno nacional que tiene cosas más importantes que atender…como Malvinas (?)
Al poco tiempo, salieron a la luz más declaraciones de otros funcionarios K, como las del Jefe de Gabinete, Abal Medina, quién sostuvo que “el problema de los trenes es un mal heredado del gobierno de Frondizi” y que “las vidas que se perdieron, se perdieron”. Además, no dudo en destacar la inversión “histórica” del gobierno en la red ferroviaria. Ninguna alusión a la inoperancia y desinversión de TBA, ni a los controles que el gobierno actual debería ejercer sobre la empresa responsable.
El gobierno nacional se consagró con una frase que roza lo perverso, cuando Nilda Garré afirmó que el joven "se encontraba dentro de la cabina de conducción del motorman del cuarto vagón, lugar vedado a los pasajeros, que se hallaba en desuso y sin comunicación con el interior del mismo por hallarse las puertas clausuradas". Una nefasta declaración que pone como responsable a la víctima de una situación de corrupción extrema de la que ella forma parte o, al menos, es cómplice.
Finalmente, la presidenta, abanderada de los humildes, opto por el silencio y un viajecito al Calafate como para relajar un poco. Apareció en un discurso en Rosario, casi una semana después de lo ocurrido, en donde se victimizó de una forma asquerosa, con un discurso que refirió a Dios y “a él”. Se intentó camuflar entre los que padecen el dolor de una pérdida, como si  la muerte de su marido fuera comparable con las muertes que su gobierno ocasiona día a día con sus políticas para empresarios.
En resumen, la actitud del gobierno fue oscilante entre el “despegue” de la situación, el silencio y una serie de frases que generaron más repudio. Se buscó también responsabilizar al maquinista del tren y recurrir al tan conocido “error humano”. Pero hubo un hecho que materializó la cara de piedra y el doble discurso, baluartes de este gobierno Nac & Pop, a saber: la presentación como querellante en la causa que investiga lo sucedido en Once. Esto es simplemente aberrante y ningún jurista honesto puede permitirlo. Los querellantes deben ser los familiares de las víctimas y no los responsables de dicha masacre. Es una actitud que busca desentenderse de su responsabilidad y que busca ser juez y parte de la causa. De hecho, es una estrategia que varios “vivos” intentaron usar en otras situaciones: por ejemplo, con el crimen de María Marta García Belsunce, su marido, Carlos Carrascosa, se intentó presentar como querellante, pero la justicia se lo impidió. No actuó igual respecto del gobierno nacional.
El gobierno sabe que es cómplice y responsable del estado de los trenes, sabe que el grupo Cirigliano creció como nunca desde los 90 a esta parte y sabe que el Secretario de Transporte de Néstor, Ricardo Jaime, era un aliado incondicional de dicho grupo empresario, acusado y procesado por varias acciones ilegales en pos de beneficiar a TBA. Lo peor, y el gobierno K también lo sabe, es que la gente lo ve todos los días, que no puede ocultarse con un par de informes bien editados por 678 porque la gente padece el mal funcionamiento a diario.
Tampoco son manipulables los datos duros que aporta la Auditoría General de la Nación y la CNRT, organismo dependiente del estado nacional, quién entre 2002 y 2011 labró 451 infracciones contra TBA por el mal funcionamiento del servicio, ni son manipulables las declaraciones de los delegados combativos de la Lista Bordó que hace años que vienen denunciando las irregularidades que ponen en riesgo la vida de operarios y pasajeros a diario.
Pero no, el gobierno actúa como si nada, interviene TBA recién ahora y “apura” públicamente a la justica poniéndose a la vanguardia de una investigación que lo debería poner en la primera fila del banquillo de los acusados.
En rigor, lo de Once no es un accidente, ni una tragedia sino más bien una masacre o directamente un crimen, un crimen social de la lógica capitalista con un estado burgués que deja hacer a cualquier precio. Al igual que Cromañon o los derrumbes que hubo últimamente en la Ciudad de Buenos Aires, todos saben que esta desidia acumulada en algún momento estalla pero de todos modos no importa si total después nos lavamos las culpas, lo recordamos “a él” que nos mira desde el cielo, todos lloramos, reconocemos que somos un poco culpables, que es parte de la cultura argentina y dale que va…
Toda vez que suceden este tipo de masacres digitadas desde el poder, quedan a las claras las incapacidades del capitalismo argentino de invertir lo necesario para preservar, como mínimo, la seguridad de los trabajadores. Los empresarios solo buscan maximizar las ganancias reduciendo los costos, como buen burgués, pero en Argentina se encuentran con la facilidad de tener un estado mega corrupto e inoperante que le da rienda libre a su instinto chupa sangre y asesino.
Lo paradójico de lo ocurrido en Once es que, en este caso, la masacre la fuimos financiando nosotros a través de los subsidios otorgados durante todos estos años. Es decir, los trabajadores en Argentina van pagando su propia sepultura en cuotas hasta el día en que una simple acción rutinaria como trasladarse al trabajo puede devenir en una sangrienta película de terror, dolor y negligencia.
En conclusión, este es un crimen súper anunciado que se produce exclusivamente por la lógica del capitalismo que, en Argentina, aparece como más dramático porque, gracias a la visión cortoplacista que reina en todos lados, ni siquiera se procura preservar la vida del obrero al que se le pretende expropiar el fruto de su trabajo, como si se hace en países capitalistas más desarrollados.
Sin embargo, esto no equivale a decir que no hay nada por hacer porque es un suceso propio del capitalismo. Por el contrario, es el momento de reclamar la inmediata renuncia de, al menos, el secretario de transporte y el ministro de planificación.
Acto seguido, exigir el juicio y castigo a los dueños de TBA y a todos los que actuaron en complicidad con estos empresarios.
Finalmente, exigir la inmediata nacionalización de todo el sistema de ferrocarriles. Aquí el tema es más complejo porque no alcanza con que el mismo estado corrupto que no supo controlar a los empresarios de TBA, ahora se haga cargo de la administración de los trenes. Es urgentemente necesario que la gestión del ferrocarril esté auditada por los trabajadores ferroviarios y por los usuarios que deseen participar. Solo de esta manera, podemos presionar para que el capital y sus representantes no se sientan impunes de hacer lo que le plazca jugándose la vida de la clase trabajadora en esta ruleta rusa de hierro.


[1] Se estima que, entre 1996 y 2004, los accidentes registrados solo en el ramal Sarmiento fueron 1.198, en tanto que, entre 2004 y 2012, se registraron 1700 heridos y 125 muertos  a nivel nacional.

jueves, 23 de febrero de 2012

Minería a cielo abierto: el capital en la relación hombre-naturaleza

“La naturaleza es un punto de partida para el capital, pero no suele ser un punto de regreso. La naturaleza es un grifo económico y también un sumidero, pero un grifo que puede secarse y un sumidero que puede taparse (...) El grifo es casi siempre propiedad privada; el sumidero suele ser propiedad común”
James O’ Connor

“Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”.
                                                                                    Karl Marx


Uno de los temas de mayor discusión en los últimos días ha sido el tema de la minería a cielo abierto sobre el cordón cordillerano. Más específicamente, los mega emprendimientos mineros de Catamarca, La Rioja y San Juan (las principales regiones de explotación minera), sumado a Mendoza, Rio Negro, Chubut, Santa Cruz y Jujuy que son lugares en donde también se están extrayendo minerales o se han presentado proyectos que, por un motivo u otro, se encuentran momentáneamente detenidos.

Haciendo un poco de historia, podemos pensar que este tema de la minería a nivel latinoamericano no es algo nuevo. Desde la colonización de nuestras tierras, las distintas potencias europeas han saqueado los recursos mineros locales con mano de obra esclava. Lo que sí es novedoso del debate sobre la minería es que ahora se hace de otro modo: se utiliza la minería superficial o “a cielo abierto” en lugar de la minería subterránea o por excavación. Otro punto del debate actual es la utilización de cianuro y otros compuestos químicos sumamente tóxicos. El último ítem que engloba el aclamado debate es el de la visión de pobre país bananero que apoya la minería a cielo abierto porque “genera empleo”.

En argentina, la explotación minera con este tipo de técnicas a cielo abierto comenzó en el decenio de 1990, a cargo de empresas extranjeras. Actualmente se halla en constante expansión y mueve grandes sumas de dinero, de las cuales el estado argentino sólo recibe el 3% de lo que las empresas mineras manifiestan en sus declaraciones juradas.
La legislación que permite que la minería a cielo abierto funcione así está compuesta por: la Ley de Inversiones Mineras, el Código de Minería, el Acuerdo Federal Minero y la Ley de Protección Ambiental. Dichas leyes fueron creadas expresamente para fomentar y garantizar las inversiones de varias multinacionales que operan hasta nuestros días.
La minería a cielo abierto es una actividad de alto impacto ambiental, social y cultural. Es una actividad industrial efímera, insostenible en el tiempo, debido a que explota un recurso prontamente agotable, que no genera ningún valor agregado.
Técnicamente, la minería a cielo abierto remueve la capa superficial de la tierra para extraer, gracias a modernas maquinarias, los minerales que se buscan. En criollo, se trata de agarrar una montaña, llenarla con mil toneladas de dinamita y volarla por los aires sin ningún reparo, dejando un agujero inmenso donde antes había una armoniosa montaña de millones de años. Los cráteres son gigantescos, pudiendo llegar a tener más de 150 hectáreas de extensión y 500 metros de profundidad. Hoy en día es posible remover montañas enteras en cuestión de horas, convirtiendo en una actividad rentable la extracción de un gramo de oro por tonelada de material removido. Asimismo, la minería a cielo abierto usa grandes cantidades de cianuro (entre otros tóxicos) que permite separar la paja del trigo, es decir, aislar el poco oro que hay entre tanto material desechable removido por la explosión.
Mina Veladero, San Juan. Explotada por la Barrick Gold
Este tipo de técnicas generan, indudablemente, una serie de cuestiones de grave impacto ambiental, entre ellas podemos destacar: la modificación severa del terreno que conlleva hacer un agujero de 150 hectáreas en la tierra; la destrucción de áreas cultivadas y de otros patrimonios superficiales; la alteración de los cursos de aguas; la contaminación auditiva por las explosiones y la excavaciones; la contaminación del aire con impurezas sólidas que afectan a la población, la flora y la fauna local; la contaminación del suelo con sustancias altamente peligrosas como el cianuro, el mercurio y el dióxido de azufre; la contaminación por acidificación de las aguas superficiales de los ríos, de las aguas subterráneas y del agua de lluvia por las partículas tóxicas volátiles; el resecamiento de los suelos y la posible formación de pantanos; la modificación climática y, finalmente, la apariencia devastada y triste de ver un gran hoyo en lugar de un cordón montañoso, con todo el potencial turístico que esto atrofia.
Como se mencionó, la minería a cielo abierto se hace por lixiviación con cianuro y la toxicidad de éste es popularmente conocida aunque nunca viene mal refrescar lo nociva que es esta sustancia. El cianuro es sumamente tóxico para plantas y animales, afectando su desarrollo y capacidad reproductiva. En el caso de los humanos, las dosis letales, en caso de ser ingeridas, son de 1 a 3 mg/kg de peso corporal y, en caso de ser aspirados, entre 100 y 300 mg/kg. Lo que equivale a decir que menos de un grano de arroz de cianuro es letal para el ser humano. Otro dato para nada menor es que este tipo de minería utiliza cantidades asombrosas de agua: se estima que, por ejemplo, el Veladero en San Juan utiliza más de 500 litros de agua por segundo (!)
En resumen, los problemas son infinitos y las imágenes dan escalofríos a cualquier persona un poco sensible o con dos dedos de frente.
Esta es una de las caras del debate y de la resistencia popular contra la mega minería. Es decir, se cuestiona que se usen mecanismos tan contaminantes para separar el oro de los otros materiales desechables. La otra cara del debate es quién se está llevando la riqueza y es aquí donde aparecen siniestras multinacionales como Bajo La Alumbrera, Barrick Gold o FMC Lithium Corp[1]., amparados por los progres K que las defienden a ultranza sosteniendo que “generan empleo” y “dan riqueza” a la provincia.
En rigor, las leyes mineras, impulsadas bajo el gobierno de Menem y continuadas por el gobierno Nac & Pop, son muy flexibles y dan todas las facilidades para que algún magnate se lleve todo el oro, cobre, litio o lo que sea y solo tenga que darle al estado argentino el 3% de sus regalías declaradas “de buena fe”. Un negocio redondo en un país de cerebros del tamaño de un maní que piensa que el debate pasa por el empleo que genera. No quiero extenderme demasiado en este punto porque me parece como discutir si hay que sostener los prostíbulos porque dan trabajo o apoyar a los talleres clandestinos porque dan casa, trabajo y comida a miles de bolivianos indocumentados, que buenos ellos! Un planteo patético, cínico y de primate subdesarrollado que solo puede salir de la boca de un defensor fundamentalista K con pocas luces que solo piensa en “profundizar” el modelo a cualquier costo.
Cristina Kirchner con los representantes de Barrick Gold
El gobierno ha manifestado su apoyo a la minería, primero por omisión del tema y con el veto de la ley de glaciares propuesta por Bonasso que limitaba bastante el accionar de las mineras. Luego, manifestó su apoyo expreso a las mineras dialogando con “el obrero Antonio”, que finalmente resultó ser el secretario general del gremio de mineros y el titular del PJ de Olavarría. Como si fuera poco, al gobierno K no le tembló el pulso cuando hubo que reprimir a los habitantes de Andalgalá, Belén y Amaicha del Valle, que repudiaban la presencia de las corporaciones mineras.
Pero para mí el debate pasa por otro lado y espero ser claro en este punto: está muy bien echar a la Barrick a patadas pero la pelea tiene que ir más allá y lo que quiero desarrollar es un punto que no lo leí ni escuché debatir en ninguna parte.
¿Qué pasaría si se dejara de usar cianuro o si se hiciera en un lugar alejado de la población? ¿Qué pasaría si echamos a las mega corporaciones y la explotación minera pasa a depender del gobierno provincial o del gobierno nacional, cuyas riquezas se destinaran a causas nobles, a la construcción de, supongamos, hospitales y escuelas? ¿Qué pasaría si logramos impulsar una resolución 125 que retenga el 35% de las millonarias ganancias que se llevan estas empresas que hoy solo nos dejan el 3%? Sería un poco menos aberrante que la realidad actual, es cierto, pero ¿habremos entendido el problema? ¿O habremos cambiado de mando la irracionalidad de volar por los aires el cordón cordillerano? ¿Es mejor si compartimos, con guiño cómplice, las regalías de la irreparable destrucción de nuestro territorio?
Me parece que lo primordial es comprender en qué nivel de discusión nos mete la lógica del capital, es decir, como puede suceder que nos encontramos debatiendo cosas que son verdaderamente secundarias perdiendo de vista el debate esencial, a saber: la destrucción parcial o total del cordón montañoso más grandioso de nuestra América. La explotación minera en el cordón cordillerano no es un problema exclusivamente argentino. Por el contrario, es un problema latinoamericano que engloba a países como Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Es decir, se está destruyendo la cordillera de los Andes en varios puntos de su larga extensión.
La cordillera de los Andes es una cadena montañosa originada al final de la era Secundaria, a finales del Cretácico tardío, por el movimiento de subducción de la placa de Nazca debajo de la Placa Sudamericana. Es decir, estamos hablando de un cordón montañoso que tiene unos 70 millones de años. Lo maravillosamente perverso del sistema capitalista y su inusitado desarrollo de las fuerzas productivas es que se puede destruir en un par de horas una montaña que se erigió durante millones de años. Y es aquí donde entra el verdadero punto a debatir: ¿Cuál es el límite de destruir una pieza clave de nuestra geomorfología americana en pos de extraer más rápido y a menor costo unos cuantos minerales? De seguir así, ¿cuál va a ser el momento en el que nos demos cuenta que ya destruimos demasiado y que no podemos reconstruir los que los movimientos tectónicos erigieron poco a poco? En este punto lo que se plantea con la minería es comparable a la deforestación del pulmón más grande de América: la selva amazónica.
Pareciera ser que el hombre, enceguecido por el afán de lucro y el desarrollo de nuevas técnicas, pierde de vista a su cuerpo inorgánico que es la naturaleza. Si pensamos un momento, nos daremos cuenta de algo que nos pasa por el costado todos los días pero que no por eso es menos real. Todo lo que tenemos, tuvimos y tendremos, sale de la naturaleza y de la modificación de ésta por parte del hombre. Naturaleza y ser humano son las dos caras de la misma moneda.
La cordillera de los Andes es una pieza clave para Latinoamérica, actuando de biombo climático frente a las corrientes de vientos  y de frontera natural entre Argentina y Chile. Asimismo, el punto más importante es que en las cumbres de la formación andina se encuentran las enormes reservas de agua dulce que son de gran valor estratégico para nuestro país. Éstas reservas de agua son las que se intentaron preservar con la Ley de glaciares que Cristina Kirchner no dudo en vetar, no vaya a ser cosa que los de la Barrick se enojen.
Cabe mencionar la importancia que tuvo la cordillera andina en la formación de la rica biodiversidad de América del Sur, al modificar el sistema de drenaje de la cuenca amazónica dando lugar a la formación de nuevos lagos y cambiando el curso de los ríos, tal como lo demuestra un reciente estudio.
Pero existe una cuestión, tampoco mencionada en ninguna parte, que hace a la explotación minera a cielo abierto una cuestión más aberrante: lo que se extrae mayoritariamente es oro, un bien que es muy preciado en el mundo solo por convención. Esto es, no tiene ningún valor de uso como, por ejemplo, el litio, sobre el cual abría que profundizar el debate planteado. El oro es un bien especulativo, no responde a una necesidad humana, ni a un baluarte del desarrollo, ni siquiera responde a un patrimonio en las arcas de un estado como antes: el dinero ya no se rige por el patrón oro sino que es dinero fiduciario creado artificialmente por los bancos. O sea, volar una montaña solo para extraer oro hoy en día es una locura que, solo estando inmersos en la lógica vampiresca y especulativa del capital, puede parecer normal.
Empezar a reflexionar sobre estas cuestiones es entender que hay que tener una visión a largo plazo como humanidad, es entender que no se puede destruir la fuente de todo lo que creamos, es comprender que la humanidad debe reconciliarse con la naturaleza porque, de no hacerlo a tiempo, el planeta en el cual vivimos se tornará inhabitable y, cuando nos decidamos a recuperarlo, puede ser demasiado tarde.


[1] Es interesante ver que la mayor parte de las compañías mineras que operan en el mundo son canadienses, aunque la minería a cielo abierto está prohibida en Canadá por el daño ambiental que ocasiona. Del mismo modo, las empresas canadienses que operan en el extranjero están muy protegidas legalmente y resulta muy difícil comenzar un proceso judicial en su contra.