“Es una regla en una sociedad capitalista
que cualquier institución o reforma creada para o por la clase obrera puede por
eso mismo convertirse en una arma contra ella; y es una regla adicional que la
clase dominante ejerce una presión constante para lograr esta finalidad”
Perry
Anderson.
El malestar en
la CGT y la incertidumbre sobre su futura conducción luego de las elecciones de
Julio de este año son noticias de todos los días. Que Moyano ha cortado sus
vínculos con el gobierno nacional no es novedad, como tampoco lo es el
manifiesto apoyo, desde el estado kirchnerista, al metalúrgico Antonio Caló como
futuro conductor de la central obrera.
Sin embargo, hoy
han salido a la luz unas declaraciones del líder del sindicato de Luz y Fuerza,
Oscar Lescano (devenido en vocero de la oposición sindical) que, como mínimo, merecen una reflexión sobre el sindicalismo en argentina y su burocratización.
Imagino que
cuando el lector promedio de la sociedad abre el diario y se encuentra con las
declaraciones de Lescano no hace más que focalizarse en lo que dice sin
indignarse respecto del hecho mismo de que un dirigente sindical en la
Argentina esté tan alejado de la clase obrera como para expresar algo así. En
concreto, veamos lo que afirmó:
Por un lado, sostuvo
que tuvo una conversación con Julio De Vido en donde éste le manifestó la
imposibilidad de que el gobierno nacional expropie el servicio eléctrico. Por
otra parte, expresó que “las empresas
eléctricas se encuentran actualmente en default por lo que la única solución
será aumentar las tarifas o los subsidios para que estas sigan preservando su
rentabilidad”.
Es decir, por un
lado, es el vocero de las futuras políticas del gobierno, con el que tiene comunicación
directa y constante; por otro, es el defensor de los intereses y de la
rentabilidad de las grandes empresas contra las que, supuestamente, debería
luchar en representación de los trabajadores.
Es cierto, sorprende menos de un hombre como Lescano, quien no tiene reparos ni medias
tintas al momento de hablar y al que no le tiembla la voz cuando tiene que
decir cosas que, al escucharlas, resultan difíciles de creer. Bastará recordar
que, a fines de 2011, el periodista Ricardo Cárpena del diario La Nación le
realizó una magistral
entrevista en la que el líder sindical expresaba la necesidad de las organizaciones gremiales para contener la protesta social.
Estas cuestiones
hacen que merezca la pena analizar un poco el concepto de sindicalismo, su
situación en argentina y su potencial futuro como herramienta de transformación
social para los trabajadores.
A grandes
rasgos, podemos afirmar que un sindicato es una organización que agrupa a
cierto número de trabajadores y cuyo fin es el de bregar por los intereses de
los mismos frente a la patronal. Es así que un sindicato es el ente que
negocia, en nombre de los trabajadores, los salarios y las condiciones de
trabajo. En definitiva, los sindicatos surgieron esencialmente como una
reacción contra la explotación económica, esto es, como una necesidad de los
sectores desposeídos de unirse para enfrentar una realidad impregnada de abusos
y humillación. En este sentido, se vislumbra a los sindicatos como
componentes de la sociedad capitalista, pero también como oposición y
resistencia a la misma.
Su carácter es
contradictorio ya que puede ser una herramienta de organización, mejoras y
transformación como, igualmente, puede convertirse en el organismo de control y
contención de las acciones transformadoras por parte de los trabajadores. Claro
está que cuando uno ve el papel actual de los sindicatos o lee declaraciones
como las de Lescano queda a las claras que el sindicalismo en Argentina está dedicado
a la contención olvidando por completo su potencial transformador.
Es aquí donde
aparece el concepto de burocracia
sindical, frutos de intensos debates dentro del ámbito académico. En
breves, se puede entender por burocracia a un grupo dirigencial oligárquico del
movimiento obrero que comienza a tener un estilo de vida cada vez más acomodado
olvidando su pasado obrero y velando cada vez más por sus intereses personales
en detrimento de los intereses de la masa que ocasionalmente reconoce su
mandato por medio de elecciones.
En rasgos
generales, quizá haya sido Max Weber el cientista que más ha desarrollado el
concepto de burocracia, aunque no solo limitado al contexto sindical. Según
Weber, el desarrollo natural de la economía moderna y de la gran industria
conlleva a un creciente grado de profesionalización y burocratización de los
cargos administrativos. En concordancia, y en relación con los sindicatos,
podemos señalar que la visión weberiana asume como un hecho ineludible la
conformación de un estamento[1]
burocrático dentro de las organizaciones sindicales.
En verdad, Weber
sostiene que por más que haga cualquier intento, aquel individuo que esté en
una estructura burocrática no podrá salir de ésta. Sin embargo, no cree
que la burocratización sea algo nocivo en términos sociales. Por el contrario,
la burocratización de la sociedad es, según Weber, producto de la racionalidad
y de la evolución social ya que implica una serie de ventajas acordes a la
dinámica del capitalismo, a saber: precisión, velocidad, certidumbre,
conocimiento de los archivos, continuidad, discreción, subordinación estricta,
reducción de desacuerdos y de costos materiales y personales.
A su vez, la
burocratización de, por ejemplo, una organización sindical representa una gran
cantidad de beneficios para el individuo que actúa como funcionario en la
misma, lo que le permite formar parte de este estamento de la sociedad. Claros
ejemplos de ésto son: el prestigio que obtiene frente a los gobernados, quienes
suelen verlo como un sacrificado; el carácter vitalicio del cargo, el
reconocimiento salarial más determinado por el status que por la tarea que
realiza y la posesión de un saber técnico que otros carecen y, en muchos casos,
admiran. Sin duda, el desconocimiento, las presiones por despidos y la falta de
experiencia política de los afiliados son terreno fértil para los excesos de
los dirigentes burocráticos quienes, reducidos a la mera negociación salarial y
de condiciones de trabajo se especializan cada vez más generando una brecha
enorme entre ellos y sus representados.
Es menester
destacar que Weber poseía una visión muy individualista, idealista y propia de
la clase dominante y que, por ello, no podía ver más allá del capitalismo.
Distintas reflexiones han elaborado los teóricos sociales de izquierda que han
debatido la cuestión sindical desde fines del siglo XIX a esta parte. Veamos:
Al surgir las
uniones sindicales en Europa, los principales teóricos del cambio social vieron
a sindicalismo como una acción que atacaba de lleno a los fundamentos de la
economía política clásica, al tiempo que engendraba una conciencia de unidad de
clase eliminando la competencia entre los obreros, en donde el trabajador se
empieza a reconocer como tal, como una clase “para sí” y comienza a vislumbrar
a sus pares y a sus enemigos de clase. Es así que, la función inmediata del
sindicato se concreta en las exigencias cotidianas, en la resistencia a los
abusos del capital, en tanto que, desde una perspectiva más amplia, actúan como
centros organizadores, como escuelas de solidaridad, de reconocimiento como
clase independiente.
Potencialmente,
los sindicatos podían transformarse en organizaciones revolucionarias por la
toma del poder político o bien podían articularse como auxiliares del sistema
de explotación capitalista actuando en complicidad con éste, utilizando
tácticas oportunistas, burocráticas, reformistas y nacionalistas. En este marco, se habla de que la burocracia
no representa a los trabajadores y de actúa como “dique de contención” o como
“tapón”, impidiendo el libre desarrollo de la defensa de los intereses de clase
de los desposeídos. Es así que se propone la “recuperación” de los sindicatos o
la eliminación de la casta burocrática como liberación de la clase obrera[2].
Sin embargo, la
realidad demuestra otra cosa y exige preguntarse si esta casta burocrática es
ajena a los intereses de los trabajadores o si es su más acabada expresión ya
que estos dirigentes están en sus cargos luego de varias elecciones, llenan
estadios, recibiendo el apoyo de la mayor parte de los trabajadores. Es decir,
es recomendable preguntarse si la conformación de esta casta especializada -que
parece cada día más lejos y opuesta a los intereses históricos de la clase
trabajadora- es un hecho lógico del desarrollo de las sociedades modernas o si
depende de la particularidad de los casos y de los privilegios materiales que
los sectores dominantes pueden ofrecer a los representantes de los obreros con
el fin de que éstos vean a los intereses antagónicos de las clases como
intereses complementarios.
***
El sindicalismo
en Argentina presenta una serie de peculiaridades que merecen ser destacadas:
- Sindicatos
únicos, por rama de actividad
- Organizaciones
muy ligadas al peronismo
- Dirigentes
gremiales que gobiernan desde hace largos años, siendo elegidos sucesivamente
por mayorías abrumadoras, en el marco de listas únicas, con mínima oposición.
- Inexistencia
de delegados de base y asambleas de trabajadores.
- Tradición
dialoguista entre sindicatos-estado-empresa.
En la
actualidad, los principales dirigentes se encuentran divididos en tres ramas:
Por un lado, “los
moyanistas”, actual conducción de la CGT, fueron la oposición nucleada en el
MTA durante los 90, gobernando la central obrera desde 2004. Entre ellos se
destacan Moyano, Piumato, Plaini, entre otros. Representan el sector más
progresista dentro de la CGT. Actualmente están distanciados con el gobierno,
corriéndolo por izquierda constantemente.
Por otro, “los
gordos”, la burocracia hecha y derecha, hombres fuertes, de muchos años en el
poder, que supieron acomodarse con los sucesivos gobiernos, representando el
ala más reaccionaria del movimiento obrero. Entre estos se destacan: Lescano de
Luz y Fuerza, Cavalieri de Comercio y West Campo de Sanidad.
Finalmente, los
llamados “independientes”, sector clave para que Moyano haya llegado a la
conducción general. En estos días son quienes dialogan con el sector de los
gordos en pos de algún acuerdo para la sucesión de la conducción de la central
obrera. Entre ellos se destaca el municipal Amadeo Genta, con más de 30 años en
el poder, Lingieri, de Obras Sanitarias, Martinez de la UOCRA y Andrés Rodriguez
de UPCN.
El ciclo Moyano
parece finalizado aunque el camionero busca mantenerse y presentarse a
elecciones. Por el contrario, los gordos, con cierto apoyo independiente,
pretenden una “salida colegiada” que determine al sucesor. Visión que es
apoyada desde el gobierno, el cual le da las espaldas a Moyano y le abre la
puerta al metalúrgico Caló.
Se verá si se
llega a elecciones o no y si éstas se harán con lista única. Otro de los
posibles escenarios, aunque no el más probable, es la fragmentación en dos
vertientes de la central general de trabajadores.
De permanecer
Moyano, el panorama sindical será, presumiblemente, confrontativo tanto con el
gobierno como con las empresas, en tanto que las otras vertientes, al tener línea
directa con el gobierno, optarán por los acuerdos “entre cuatro paredes”.
Ahora bien,
volviendo al tema de las declaraciones de Oscar Lescano, ¿Qué cabe decir de un
dirigente sindical que sale a actuar de vocero patronal y estatal? ¿Qué chances
transformadoras le quedan al movimiento obrero si año tras año este señor es
reelegido por mayorías aplastantes? ¿Es realmente representativo de los
intereses de los trabajadores o es un dictador mafioso que oprime al obrero con
falsas promesas y amenazas de despidos?
Evidentemente,
son preguntas que no pueden ser respondidas en este escrito. Sin embargo, me
permito reflexionar que los dirigentes sindicales mencionados son, sin duda
alguna, una expresión de los intereses
materiales concretos más inmediatos de cualquier obrero. Esto es, si las
burocracias pueden conseguir las suficientes mejoras para que el obrero esté
conforme, el resto poco importa. De allí que todo el mundo sepa que estos
líderes están en el poder hace mucho tiempo gracias al fraude y las listas
únicas, que tienen riquezas incalculables cuando un trabajador promedio no
puede tener su casa propia o llegar a fin de mes y, sin embargo, se los apoya
por acción u omisión.
Las meras
conquistas salariales y el poder de la ideología que presenta a estos líderes
como seres admirables por su experiencia y sus logros épicos, olvidan que estos
señores están del lado de la clase antagónica que día a día chupa el trabajo
impago que realiza el obrero en su labor. No obstante, existen incipientes
experiencias de organización de base que ponen en cuestión a esta forma
sindical argentina, tan ligada al peronismo, el whisky con funcionarios de
turno, el chori, los micros y el bombo…en fin, argentinidad en estado puro.
[1] Según
Weber, el estamento vendría a estar determinado por la posesión o no de cierto
honor social que excede la situación de clase.
[2] En el
caso argentino, varias organizaciones armadas defendían esta idea de la
burocracia como “tapón” y, en consecuencia, proponían la eliminación física de
los burócratas o “traidores”. Probablemente la agrupación montoneros era la más
fiel representante de esta posición. Por el contrario, el partido marxista
PRT-ERP entendía que eso no solucionaría nada ya que, luego de eliminado el
dirigente burócrata, asumiría otro con iguales comportamientos. Es así que el
PRT-ERP proponía un cambio desde las bases a través de delegados clasistas.